¿Por qué te uniste a la Sociedad de San Vicente de Paúl? ¿Y por qué permaneces en ella? Estas son dos preguntas muy importantes que todo vicentino debe meditar de vez en cuando. Ser miembro es una vocación, una llamada. Cada uno de nosotros ha escuchado una llamada, a cada uno le ha llegado de manera diferente, en función de sus propios antecedentes, de sus propios motivos, de sus propias personas únicas e irrepetibles.
¿Te sentiste atraído por la invitación de un amigo, motivado, como nos ocurre a menudo, a amar lo que aman nuestros amigos? Asistimos a conciertos o partidos de béisbol sólo porque nuestro amigo es un fan, y a veces también nos convertimos en fans con el tiempo. San Vicente señaló una vez que una amistad aún más profunda fluye de esta actitud, preguntando: «¿Pues qué? ¿Tenemos un amigo mejor que Dios? ¿Y no hemos de amar todo lo que él ama, y tener, por amor a él, al prójimo como amigo?» [SVP ES XI-4, p. 739]. Si te uniste por amistad, ¿sigue siendo esa la razón por la que te quedas? Si fuiste atraído por algo más, ¿ha crecido la amistad que te mantiene en la Sociedad?
Otros, por supuesto, quizá la mayoría de nosotros, escuchamos la llamada a vivir nuestra fe en actos de servicio; no nos sentimos tan atraídos por los grupos de oración o los «ministerios de mesa de conferencias». En lugar de eso, queríamos, como dijo san Vicente, «amar a Dios… a costa de nuestros brazos… con el sudor de nuestra frente» [SVP ES IX, 733], sirviendo a Jesús exactamente como nos lo pidió (cfr. Mt 25,40). Después de todo, ¿no es por las obras de caridad por lo que nuestra Sociedad es bien conocida? Sin embargo, con el tiempo, el trabajo a veces puede ser agotador, las llamadas pueden ser interrupciones, la tensión que compartimos con nuestros prójimos necesitados puede empezar a desgastarnos. El servicio puede ser la razón por la que te uniste, pero ¿es la razón por la que te quedas? ¿Es el trabajo en sí, o es algo más profundo que fluye del trabajo?
Algunos de nosotros fuimos llamados por el ejemplo inspirador de la santidad de nuestro santo patrón, y realmente buscamos primero profundizar nuestra propia fe y espiritualidad siguiendo su ejemplo, incluso como él imitó el ejemplo de Cristo. Si buscábamos oración y meditación, sin duda las hemos encontrado en nuestras Conferencias. Somos gente de oración. Pero cuando has rezado y reflexionado con tus compañeros vicentinos, ¿has descubierto nuevos niveles de amistad? ¿Te ha llevado tu oración a la acción? ¿Por qué te quedas?
Es difícil disociar estos motivos, porque todos ellos están estrechamente relacionados. Nuestra amistad inspira nuestro servicio y se convierte en parte de lo que ofrecemos al prójimo. Nuestros encuentros con el prójimo, en quien vemos a Cristo, fortalecen nuestra fe y nuestra espiritualidad. Nuestra fe se fortalece al compartirla con los demás en la oración, la reflexión, la amistad y el servicio. Una de las mejores maneras de continuar en este crecimiento es tomarse el tiempo para reflexionar sobre él, y compartir nuestro propio crecimiento con nuestros compañeros vicentinos.
Se podría decir que esto es esencial.
Contemplar
Tómate un tiempo de silencio esta semana y reflexiona sobre estas preguntas: ¿por qué me uní y por qué me quedo?
Por Timothy Williams
Director Senior de Formación y Desarrollo de Liderazgo
Sociedad de San Vicente de Paúl USA.
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