Desde un punto de vista vicenciano: El Buen Pastor

por | Abr 25, 2024 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

En el Salmo 23, el salmista proclama: «El Señor es mi pastor». Imagino que cuando Jesús rezó estas palabras, se vio representado a sí mismo.

En el Evangelio de Juan, Jesús describe su papel de pastor. Utilizando esta imagen, ofrece algunas ideas fundamentales en torno a este papel y repite algunas ideas varias veces. Es evidente que no quiere que nos perdamos su significado ni su énfasis. Y, al revelarse a sí mismo, descubrimos también quiénes somos.

Por tres veces Jesús anuncia: «Yo soy el buen pastor». Esto no significa simplemente un pastor competente que sabe cuidar de las ovejas de manera profesional, sino que es el «buen pastor» desde un punto de vista moral. Él mismo es bueno; esta bondad se expresa en el amor que prodiga sobre sus ovejas: cuida de ellas. Es generoso, amable y paciente con ellas. Este pastor, como nos recuerda Jesús, contrasta con el asalariado. Jesús se caracteriza a sí mismo como el «buen pastor». Le creemos y creemos en él. La «bondad» refleja el modo en que nos trata.

Luego, Jesús nos dice inequívocamente que este buen pastor da voluntariamente su vida por sus ovejas. No se puede esperar que el jornalero actúe de la misma manera. El buen pastor se preocupa tanto por sus ovejas que se juega la vida. Esta imagen se extiende a la disposición de Jesús de morir en la cruz; es evidente en este pasaje:

Doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo (Jn 10, 17-18).

Tres veces en estas pocas palabras, Jesús nos dice que entrega su vida por los suyos. La entrega gratuitamente por los que ama, y vuelve a tomarla: claras referencias a su muerte y a su resurrección, que están en el centro de nuestra celebración de estos días. El buen pastor se sacrifica por nosotros por amor, y su ofrenda es aceptada por el Padre que lo resucita. En esta realidad, encierra la promesa de nuestra propia resurrección. Creemos en este buen pastor y ponemos nuestra esperanza en sus promesas.

Por último, Jesús dice que conoce a sus ovejas y que sus ovejas le conocen a él. Una vez más, dice esta verdad de múltiples maneras. Sus ovejas oyen su voz porque él permanece cerca de ellas. La declaración del papa Francisco ha entrado probablemente en la descripción actual del ministerio para muchos de nosotros. El Santo Padre nos recuerda que el pastor debe oler a oveja. Esa imagen evocadora y sensorial describe a un pastor que está cerca de sus ovejas. Ese pastor conoce sus voces. Y ellas también conocen su voz. Pero, a veces, puede que necesitemos revisar nuestro oído.

En otro lugar, Jesús nos dice que llama a cada una de sus ovejas por su nombre. Con esta maravillosa imagen, Jesús afirma que nos conoce y nos llama específicamente. No es un pase de lista general, el Señor me llama por mi nombre. Afirma mi individualidad y el amor especial que me tiene. Cada persona tiene un papel en el designio de Dios y en la vida.

Del mismo modo, debemos conocer la voz de nuestro maestro. Él nos llama a una determinada dirección en la vida y nos proporciona los dones que necesitamos para alcanzarla. Sin embargo, cada uno de nosotros debe ser capaz y estar dispuesto a escuchar la voz y responder. La sordera que puede surgir es más una debilidad del corazón que del oído.

En este día, Jesús utiliza una imagen específica para enseñarnos nuestra relación adecuada con el Señor que es bueno, que da su vida por nosotros y que nos llama por nuestro nombre. Podemos responder con una fe personal sentida y profunda. Podemos rezar con el salmista: «El Señor es mi pastor, nada me falta».

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