Contemplación: Sólo para ti (SSVP USA, una reflexión semanal)

por | Abr 17, 2024 | Formación, Reflexiones, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 Comentarios

Este artículo apareció originalmente en ssvpusa.org

Otorgar el beneficio de la duda es suponer lo mejor de alguien incluso cuando no se está seguro de la verdad. ¿No es esto lo que estamos llamados a hacer en nuestros encuentros con el prójimo?

En el Evangelio de Juan (Jn 20,24) se nos dice que Tomás no creyó que Cristo había resucitado hasta que vio por sí mismo las heridas. Para que quede claro, no dudaba de la palabra de Cristo. Al contrario, insistía en que sólo confiaría en Cristo, y no en sus amigos, que ya habían dado testimonio de la resurrección. A Tomás no le bastaban sus palabras sin pruebas tangibles que las respaldaran. Si al apóstol Tomás le costó confiar en la palabra de los otros diez seguidores más cercanos de Jesús, ¿cómo podemos esperar confiar en la palabra de una persona a la que acabamos de conocer?

Tal vez, como Tomás, podamos encontrarnos seguros no por las palabras de Cristo, sino por sus heridas. «En los pobres —recuerda la Regla de la Sociedad de San Vicente de Paúl— [vemos] a Cristo sufriente» [Parte I, 1.8]. No al Cristo resucitado en toda su gloria celestial; no al Cristo evangelizador y servidor; no al Cristo hacedor de milagros. No, estamos llamados a ver al Cristo sufriente, al Cristo roto, al Cristo que se sintió abandonado (cfr. Mc 15,34), solo en la cruz.

Como afirma el Beato Federico, cuando miramos a los pobres, podemos, como Tomás, «podemos meter el dedo y la mano en sus llagas, y las huellas de la corona de espinas son visibles en sus frentes.. deberíamos caer a sus pies y decirles con el Apóstol: «Tu es Dominus et Deus meus»: vosotros sois nuestros amos y nosotros seremos vuestros servidores, vosotros sois para nosotros las imágenes sagradas de ese Dios al que no vemos, y, no sabiendo amarle de otro modo, lo [amaremos] en vuestras personas» (carta a Louis Janmot, del 13 de noviembre de 1836).

Los pobres rara vez compartirán con nosotros su «historia completa», al menos no antes de que hayamos establecido «relaciones basadas en la confianza y la amistad» [Regla, Parte I, 1.9] En cambio, nos ofrecen sus necesidades, como Cristo sufriendo en la cruz, de quien Santa Luisa señala que “No habla a su padre, no pide de beber, dice simplemente ¡tengo sed!” [Pensamientos sobre la pasión de Nuestro Señor, en Santa Luisa. Pensamientos, p. 719].

Nunca podemos conocer realmente «toda la historia» del prójimo, así que, en algún momento, tenemos que conceder el beneficio de la duda; en algún momento tenemos que ofrecer la misma confianza que pedimos a cambio. Estamos llamados a juzgar la necesidad, no a determinar a qué tipo de persona estamos sirviendo. Estamos llamados a servir sólo por amor. Y ese amor, como enseña San Vicente, significa que «No se le cree a un hombre porque sea muy sabio, sino porque lo juzgamos bueno y lo apreciamos» [SVP ES I, 320].

Para Tomás, toda duda se disipó al ver las llagas de Cristo. Si nuestro amor nos lleva a ver las llagas de Cristo en los pobres que sufren, seremos más capaces de responder como nos pide santa Luisa: «Escúchale, alma mía, como si te hablara a ti sola: ‘Tengo sed de tu fiel amor'» [Pensamientos sobre la Pasión de Nuestro Señor, en Santa Luisa. Pensamientos, p. 718].

Contemplar

¿Dejo en ocasiones que mis dudas se antepongan a mi misericordia y compasión?

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