«Sean cuales sean sea las situaciones en la que nos encontremos, la Pascua abre un paso allí donde nuestros ojos sólo ven muros. El obstáculo se convierte en un camino de la noche hacia el día» (Jacques Gaillot, obispo de Partenia, 2022).
Cristo ha resucitado, vive y actúa entre nosotros. El dolor y la decepción de la muerte violenta en la cruz se transforman en la alegría radiante de la aurora de la resurrección. En el Resucitado tiene lugar la victoria definitiva de la vida sobre la muerte. La resurrección lo ilumina todo, da un nuevo sentido, recrea de nuevo la humanidad herida, abre el paso de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría, del luto a la fiesta, de las tinieblas a la luz…
La Pascua de Resurrección ratifica y hace triunfantes las palabras y actitudes de Jesús de Nazaret, Verbo encarnado y resucitado por Dios. En Cristo resucitado creemos que Dios, a pesar de todas las miserias, fracasos y problemas humanos, nos ha creado para el amor, para la vida en plenitud, para la comunión fraterna, para la convivencia justa y solidaria, y lleva a cumplimiento el anhelo de vida, justicia y paz que hay en el corazón de los hombres y de toda la creación.
La Pascua de Resurrección es la apertura definitiva del camino hacia la vida plena en la dignidad de hijos e hijas de Dios, que el pecado había cerrado. Es la luz victoriosa de Cristo que recorrió, solidario y sin caer en las trampas del pecado, el mismo camino del sufrimiento humano y nos capacita para releer la vida, darle un nuevo sentido, superar las pérdidas y las heridas, transformar los fracasos en oportunidades para una vida nueva en la alegría de vivir en el amor.
Transformando las crisis humanas, las heridas y los fracasos, la Pascua ve surgir victorioso el plan de Dios, su Reino de amor, justicia y vida para todos. Triunfa la dinámica amorosa de Dios que, en la vida y el testimonio de Jesús, ama a todos más allá de sus limitaciones, pecados e infidelidades, y rescata todo lo que existe y nos salva de todo lo que podemos vivir de fracaso en nuestras vidas. Triunfa la lógica de Cristo, donde la vida debe ser vivida en la gratuidad del amor, que convoca a todos al amor y al servicio gratuitos, contra la lógica mundana del intercambio, del interés propio y del egoísmo individualista… En el amor infinito de Dios victorioso en la cruz de Cristo, los pequeños y oprimidos son los primeros, los descartados son acogidos, los enfermos son curados, los pecadores son perdonados y amados con la fuerza de la misericordia…
Como Resucitado, Cristo se convierte en presencia viva y transformadora, nos abraza en el amor misericordioso del Padre, nos concede la luz del Espíritu para abrir el corazón, los ojos y las manos para que florezca el mundo nuevo y la vida nueva que Dios quiere para todos. Con su gracia liberadora, nos hace pasar del miedo al valor, que desbloquea las energías, impulsa las decisiones, nos ayuda a asumir los riesgos de la vida concreta, refuerza nuestro compromiso profético con los pobres y oprimidos, suscita proyectos, reaviva la creatividad, la generosidad y las ganas de vivir.
En el encuentro con el Resucitado, la Pascua del Señor, más que un hecho pasado que hay que recordar y celebrar, es una realidad que hay que vivir en nuestros pasos, iluminando y transformando nuestras vidas. En nuestro tiempo actual, tan desafiante y oscuro, marcado por el odio, la violencia y la guerra, lleno de tantas preocupaciones, angustias y sufrimientos y cargado de crisis, conflictos e injusticias, la fe en la resurrección nos abre a un futuro de esperanza, donde la muerte no tiene la última palabra, sino el surgimiento de hombres y mujeres nuevos en un mundo nuevo de reconciliación, justicia, amor y paz.
Con la fuerza de la resurrección, hagamos el camino de creer a pesar de tantas experiencias de no ver reinar la justicia, de no ver prevalecer la paz, de no ver triunfar el amor… Dejémonos transformar por la Luz de Cristo y convirtámonos en portadores de esta Luz de amor, de justicia y de paz. Y ¡Feliz Pascua!…
«Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza. Pero a lo largo del camino todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado. A Él dirijamos nuestra súplica: ¡ayúdanos a correr hacia Ti! (Papa Francisco, Mensaje de Pascua 2023)
Padre Eli Chaves,
Congregación de la Misión
Fuente: http://ssvpbrasil.org.br/
0 comentarios