“Vayan y anúncienles a mis hermanos”
Hech 2, 14. 22-33; Sal 15; Mt 28, 8-15.
El pasaje evangélico de este día nos presenta dos escenas de la resurrección de Jesús: La primera nos relata el cambio que se da en el ánimo de aquellas mujeres que se acercan tristes al sepulcro de Jesús, pero que al encontrarse con él su tristeza es transformada en felicidad, sus dudas en certeza, su miedo en seguridad. La segunda escena nos presenta a dos tipos de hombres, por un lado, los jefes de los sacerdotes y por otro, los soldados romanos; los primeros desean ocultar la resurrección de Jesús y los segundos aceptan ser cómplices y se dejan sobornar.
San Mateo une estos dos pasajes para enseñarnos que en el mundo existen estos mismos tipos de personas, pues mientras algunos buscan el encuentro con Dios y al mismo tiempo el anuncio de su triunfo glorioso, para otros más vale dejarlo enterrado y olvidarlo a toda costa.
Los cristianos no podemos dejar de anunciar la alegría de la resurrección, ni tampoco podemos vivir indiferentes. Cada cristiano está llamado a ser anunciador de la vida plena en Cristo resucitado. No nos dejemos corromper por el mundo que busca ocultar a Dios a como dé lugar. Cristo no quedó en la tumba, ¡está vivo y nos contagia de su vida!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Iván Pech May C.M.
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