Clase magistral: un encuentro entre mayores y jóvenes

por | Mar 18, 2024 | Formación, John Freund, Reflexiones | 0 comentarios

¡La presentación!

Nunca he considerado el cuarto misterio del rosario como un encuentro entre mayores y jóvenes. Pero es un tema que recorre muchas de las homilías del Papa Francisco en la fiesta de cada 2 de febrero.

En el Oriente cristiano, esta fiesta se llama la «Fiesta del Encuentro»: es el encuentro entre Dios, que se hizo niño para traer la novedad a nuestro mundo, y una humanidad expectante, representada por el anciano y la anciana en el Templo.

José y María presentan a Jesús en el templo. Dos judíos ancianos y devotos reconocen en el niño Jesús el cumplimiento de la mayor promesa de los tiempos.

Al leer las homilías del Papa Francisco para cada celebración del 2 de febrero, empecé a vislumbrar algo que nunca antes había apreciado.

Escucha a Francisco:

…[vivamos] el encuentro entre los jóvenes [María y José] y los ancianos [Simeón y Ana], entre observancia y profecía. No lo veamos como dos realidades contrarias. Dejemos más bien que el Espíritu Santo anime a ambas, y el signo de ello es la alegría.

2/2/2014

…En este episodio se cumple así la profecía de Joel: «Vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y visiones» (3,1). En ese encuentro los jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto porque en el centro del encuentro está Jesús.

En general, los jóvenes son quienes hablan con ímpetu del futuro, mientras los ancianos custodian el pasado. En el Evangelio sucede lo contrario, porque cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios.

Porque si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves. Y la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos.

No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces y no hay florecimiento sin brotes nuevos. Nunca profecía sin memoria, nunca memoria sin profecía; y, siempre encontrarse.

Homilía 2018

Hace bien a los ancianos comunicar la sabiduría a los jóvenes; y hace bien a los jóvenes recoger este patrimonio de experiencia y de sabiduría, y llevarlo adelante, no para custodiarlo en un museo, sino para llevarlo adelante afrontando los desafíos que la vida nos presenta.

Aquí no son los jóvenes los que son creativos: los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor, el camino de la obediencia. Los ancianos, como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la Ley y de las promesas de Dios. Y son capaces de celebrar: son creadores de alegría y sabiduría. Y el Señor convierte la obediencia en sabiduría por obra de su Espíritu Santo.

Homilía 2014

Fijémonos en Simeón y Ana: aunque avanzados en años, no pasan los días lamentándose de un pasado que nunca vuelve, sino que abren los brazos al futuro que viene a su encuentro.

Hermanos y hermanas, no desperdiciemos el hoy mirando al ayer, ni soñemos con un mañana que nunca llegará, sino pongámonos ante el Señor, en adoración, y pidámosle ojos que sepan ver el bien y ver los caminos de Dios. El Señor nos los dará, si se lo pedimos. Con alegría, con fortaleza, sin miedo.

Homilía 2022

Más recientemente escribe…

Simeón y Ana son imagen y figura de esta espera. Ellos ven al Señor entrar en su templo e, iluminados por el Espíritu Santo, lo reconocen en el Niño que María lleva en brazos. Llevaban toda la vida esperándolo: Simeón, «que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel» (Lc 2,25); Ana, que «no se apartaba del Templo» (Lc 2,37).

Nos hace bien mirar a estos dos ancianos pacientes en la espera, vigilantes en el espíritu y perseverantes en la oración. Sus corazones permanecen velando, como una antorcha siempre encendida. Son de edad avanzada, pero tienen la juventud del corazón; no se dejan consumir por los días que pasan porque sus ojos permanecen fijos en Dios, en la espera (cf. Sal 145,15). Fijos en el Señor, en la espera, siempre en la espera. A lo largo del camino de la vida experimentaron dificultades y decepciones, pero no se rindieron al derrotismo: no “jubilaron” la esperanza. Y así, contemplando al Niño, reconocieron que se había cumplido el tiempo, la profecía se había hecho realidad, había llegado Aquel a quien buscaban y por quien suspiraban, el Mesías de las naciones. Habiendo mantenido despierta la espera del Señor, se hicieron capaces de acogerlo en la novedad de su venida.

Homilía 2024

Preguntas

  • ¿Experimentas/das ejemplo de esa complementariedad en tus encuentros?
  • ¿Puede que tu propia tendencia se incline más a mirar al ayer… o… a soñar con el mañana?

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk

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