“Lo que hace impuro al hombre es lo que sale de él”
1 Re 10, 1-10; Sal 36; Mc 7, 14-23.
Sigue la respuesta de Jesús a los fariseos que le reclaman a Jesús no seguir las tradiciones. El código de pureza ritual judío prohibía tomar ciertos alimentos o de mezclarlos. Son numerosas las restricciones respecto a lo que se puede comer y lo que no, para evitar la “impureza” ante Dios.
Al respecto Jesús propone otro enfoque: lo que desfigura en el hombre la imagen de Dios y lo aleja de Él no es lo que come o lo que toca, (“no es lo que entra, lo que mancha al hombre”) sino lo que el hombre ofrece a sus hermanos. Lo que purifica al ser humano, es decir, lo que lo hace digno, lo que lo acerca al proyecto de Dios, es la bondad que nace de su corazón, el amor que ofrezca a los demás, la solidaridad con los débiles, el actuar justo y honesto, la misericordia, el perdón, la tolerancia, la comprensión… Todo esto hace grande al hombre y le abre caminos para encontrarse con Dios y su proyecto para nuestra vida.
El verdadero culto, el auténtico camino hacia Dios, pasa, necesariamente, por un camino que nos lleve a encontrarnos con nuestros hermanos. No hay religión sin amor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero C.M.
0 comentarios