Cuando celebro el sacramento de la reconciliación con el pueblo, mi énfasis no se centra únicamente en el perdón de Dios por nuestros pecados del pasado, sino que hago hincapié en la gracia de Dios para vivir un futuro mejor. Este segundo enfoque es importante. Traslada la esencia del sacramento del ayer al mañana. Volví a descubrir esta verdad al celebrar recientemente el Día de la Fundación de la Congregación de la Misión, el 25 de enero. Este día, como sabemos, es la fiesta de la Conversión de San Pablo. Para acentuar la importancia del acontecimiento, los Hechos de los Apóstoles lo relatan tres veces. La primera narración se encuentra en Hechos 9,3-6:
Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?». Dijo él: «¿Quién eres, Señor?». Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».
San Vicente relata que fue en este día de fiesta de 1617 cuando predicó el primer sermón de la Misión:
Era el mes de enero de 1617 cuando sucedió esto; y el día de la conversión de san Pablo, que es el 25, esta señora [Madame de Gondi] me pidió que tuviera un sermón en la iglesia de Folleville para exhortar a sus habitantes a la confesión general. Así lo hice: les hablé de su importancia y utilidad, y luego les enseñé la manera de hacerlo debidamente. (SVP ES XI-4, p. 700).
No obstante, Vicente no nos dice nada más acerca del contenido concreto de aquel sermón, aparte de que fue un gran éxito. ¿Te has preguntado alguna vez sobre qué predicó? Presumo que habló de la conversión de san Pablo, que tuvo lugar después de que el apóstol reconociera la pecaminosidad de su vida pasada. Cae al suelo como pecador y perseguidor, y se levanta como el gran predicador y misionero de la Iglesia. El encuentro con el Señor resucitado cambia su vida. Le enfrenta a su propia debilidad y a sus malas acciones. El Señor resucitado le dice claramente a Pablo que él, el Señor, ha sufrido por las acciones de Pablo contra la comunidad cristiana. Ahora, Pablo tiene que reconocer esa realidad y cambiar de actitud. Y lo hace.
Me pregunto si Vicente utilizó la experiencia de Pablo como argumento para invitar a participar en el sacramento de la reconciliación. Nos cambia la vida. Más que evitar que nos atasquemos en el pasado, patrocina un futuro brillante y lleno de vida. La experiencia de Vicente con este sacramento que implica al siervo de Gannes y a la comunidad de Folleville profundiza su devoción por el camino que abre la reconciliación. Se convierte en una parte esencial de la Misión. Vicente invitó también a sus seguidores no clérigos a promover este valor de la penitencia cuando atienden a los enfermos. Les comentó que podrían decir cosas como:
«Bien, hermano, ¿cómo piensa hacer usted el viaje al otro mundo? ¿No le gustaría hacer una buena confesión general para disponerse a bien morir? ¿No desearía usted ir a ver a Nuestro Señor?» Hay que decirles siempre alguna cosa por el estilo para llevarlos a Dios (SVP ES IX-2, p. 916, conferencia sobre el Servicio de los enfermos y el cuidado de la propia salud, de 1 de noviembre de 1657).
Tal vez no fuera demasiado sutil, pero se entiende. Vicente creía en este sacramento. Confiaba en su poder transformador. Y quería ofrecerlo a todos aquellos a quienes servía.
Estoy de acuerdo. Yo misma he aprendido por experiencia el bien que hace la GRACIA del Señor cuando te abres a la acción del espíritu…
La Reconciliación es un instrumento muy, muy grande para hacer la voluntad de Dios y seguir sus pasos.
Muchas gracias, muy buena su exposición.