“Socórrenos, Dios Salvador nuestro”
2 Sam 1, 1-4. 11-12. 17. 19. 23-27; Sal 79; Mc 3, 20-21.
El pueblo de Isael ha perdido a su rey y al hijo de éste a mano de sus enemigos. David rasga sus vestiduras, llora y ayuna por los difuntos y por los vivos. Así es cuando perdemos a un ser querido: nuestra oración es por quien ha sido llamado por el Señor, pero también por los que nos quedamos viviendo la pérdida física de quien amamos.
David entona un lamento por la muerte del rey y de su hijo quien era su gran amigo.
Por otro lado, Jesús sigue adelante hablando a la gente; ahora llega a su casa con toda esa gente siguiéndolo. Sus familiares, que lo oyeron, salieron a buscarlo, porque decían que estaba fuera de sí (Mc 3, 21). Muchos santos también fueron tachados de locos, enfermos o poseídos, al igual que se pensó de su Maestro.
En ocasiones el seguir a Jesús, el comprender lo radical de su llamado provoca conversiones tan grandes que no encontramos explicación y erramos al no comprender el actuar de Dios en quien lo busca para encontrar la salud, no solo física sino del espíritu.
Que podamos comprender la misión de Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares, Medalla Milagrosa de Monterrey.
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