“Encomienda a Dios tus afanes, que él te sostendrá”
1Sam 18, 6-9;19, 1-7; Sal 55; Mc 3, 7-12.
El rey Saúl sintió envidia por el reconocimiento que hicieron las mujeres del éxito de David en la guerra al grado de buscar atentar contra él. Así es, al rey no le bastó ser rey para ser feliz.
De igual manera nosotros podemos haber sido bendecidos con habilidades, logros, salud, familia y sentirnos infelices por aquello que no tenemos. Es necesario revisar nuestra actitud ante la vida; podemos decidir vivir más como David, desde la confianza en Dios, la lealtad, el servicio, la alegría y la constancia en el bien.
En el evangelio vemos a una multitud siguiendo a Jesús por las curaciones que hacía y cómo él los atiende. Dice san Marcos que “los espíritus inmundos al verlo caían a sus pies gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios!”. San Vicente decía a las Hijas de la Caridad que si los demonios son capaces de reconocer y postrarse ante los pies de Jesús, con cuánta mayor devoción deberíamos nosotros reconocer su presencia en los más pobres y necesitados para servirles.
Pidamos a Dios la gracia de la santidad, practiquemos la humildad, la sencillez y la caridad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares, Medalla Milagrosa de Monterrey.
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