“Se le soltó la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios»

Mal 3, 1-4, 23-24; Sal 24; Lc 1, 57-66.

En este evangelio encontramos una reflexión sobre la fe y la obediencia. Vimos como Isabel siempre haciendo la voluntad de Dios y a su avanzada edad concibió el hijo que tanto anhelaba.

También observamos como Zacarías enmudeció por su falta de fe.

La vida de Zacarías e Isabel despiertan en mí la pregunta: ¿Qué actitud tengo ante las promesas de Dios? Muchas veces, ante la duda e incertidumbre nos quedamos mudos, mudos porque frenamos la Gracia de Dios y dejamos de reconocerlo en los tiempos difíciles; quedamos paralizados porque, como Zacarías, no queremos romper con nuestro sistema de creencias y confiar en la promesa de Dios, la cual es muy clara: “Dios obra para el bien de los que lo aman”.

En este tiempo en el que alzamos la voz para decir “Maranatá, Ven Señor Jesús”, pidamos un espíritu dispuesto para recibir al Niño Jesús en nuestro corazón y sigamos el ejemplo de Isabel siendo felices y obedientes en todo momento y no esperemos para alzar nuestra voz y alabarle en todos los momentos de nuestra vida, confiados en su providencia y en su protección.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.

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