El nacimiento de la Compañía de las Hijas de la Caridad tuvo su adviento, su tiempo de espera acompañado de discernimiento. Corría el s. XVII en Francia con sus guerras casi continuas: unas por motivos religiosos entre protestantes y católicos, otras por expansión política y ampliación de fronteras, otras por luchas internas y rebeliones del Parlamento contra la monarquía. Y como siempre los más perjudicados de esta situación fueron los pobres. En este ambiente de guerras, hambre, pestes y miseria nace la Compañía.
El primer anuncio lo recibe Vicente de Paúl siendo párroco de Chatillón. Es el grito de los pobres que mueren abandonados a su suerte, lo que moviliza y toca el corazón del joven sacerdote. ¡Solo tiene 36 años!… Con su palabra ardorosa y su ejemplo de servicio contagia a un grupo de señoras para la práctica organizada de la caridad. Había que socorrer a las familias apestadas, de lo contrario morirían sin socorro alguno. Así nace a finales de 1617 la primera Cofradía de la Caridad. Sus miembros son mujeres cristianas casadas o viudas que se comprometen en la ayuda y servicio a los necesitados a tiempo parcial. De 1617 a 1630 estas Cofradías se extienden por París y otras ciudades y pueblos grandes, realizando mucho bien. A partir de 1629 Santa Luisa de Marillac se convierte en Visitadora de las Caridades por consejo y mandato de Vicente de Paúl, su Director espiritual.
En sus visitas Santa Luisa comprueba que las señoras se cansan y falta continuidad en el servicio a los necesitados y es necesario contratar algunas jóvenes que realicen el servicio a tiempo pleno, como sirvientas de los pobres de la Cofradía de la Caridad. A la vez se presenta Margarita Nasseau, joven campesina autodidacta y buena catequista que viendo la situación de necesidad se ofrece a servir a los pobres con entrega total de su persona y de su tiempo. Su caridad la llevó al contagio de peste por albergar en su casa y compartir su cama con una enferma afectada de la peste. Ella murió mártir de la caridad en febrero de 1633, pero dejo abierto el camino de la entrega total a sus seguidoras…
Y detrás de Margarita vinieron otras: María, Juana, Bárbara, Isabel,.. Todas están dispuestas a entregarse a Dios para servir a los pobres al estilo de Margarita. Ni San Vicente ni Santa Luisa habían pensado en fundar la Compañía, pero el Espíritu Santo había enviado a su mensajera: Margarita Nasseau. La presencia de estas jóvenes y su disposición de entrega a la caridad interrogan a Vicente y Luisa. Y será Luisa quien siente la urgencia de reunirlas en comunidad, conforme a la inspiración recibida en la Luz de Pentecostés el 4 de junio de 1623. Ella se siente impulsada a formarlas y a acogerlas en su casa para formar la primera comunidad. Pero Vicente no ve claro que ello responda a la Voluntad de Dios y aconseja una espera prudente. Luisa insiste y Vicente mantiene la espera porque no ve claro… Así pasan los meses de febrero a septiembre de 1633. Entonces él se retira a hacer Ejercicios Espirituales y al llegar al octavo día escribe a Santa Luisa: «Hace unos días que su ángel de la guarda se ha puesto de acuerdo con el mío sobre el tema de la Comunidad de sus hijas… Cuando vuelva hablaremos…» Y así fue. Solo dos meses después se reunían las primeras en torno a santa Luisa y en su propia casa. La acción del Espíritu Santo estaba clara y su luz había brillado.
Faltaba vencer los obstáculos ambientales y jurídicos. No se concebía ni en la sociedad ni en la Iglesia a jóvenes entregadas a Dios por la calle, en continuas idas y venidas a las casas de los pobres y enfermos. San Vicente y Santa Luisa no se precipitan. Atentos al caminar de la Providencia deciden para la Compañía el status e Cofradía laical o secular. Vivirán en Comunidad con votos temporales, renovables cada año, pero con la intención de ser fieles a ellos para siempre. Y deciden cambiar la terminología por esta otra:
«Tendrán por monasterio las casas de los pobres, Por claustro, las calles de la cuidad,
Por clausura, la obediencia, Por rejas, el temor de Dios, Por velo, la santa modestia,
Por capilla, la iglesia de la parroquia…
Y no tendrán otra profesión que la confianza en la Providencia…»
Así, gracias a la mensajera Margarita Nasseau y a su anunciación testimonial, lograron los Fundadores dar a luz la Compañía, tras una adviento de espera, búsqueda y discernimiento de la Voluntad de Dios. Hoy la luz de aquel nacimiento se extiende por 95 países diferentes con 12.300 hermanas, como Sociedad de vida apostólica en común. Nuestro lema es la urgencia paulina de la caridad: «La Caridad de Jesucristo crucificado nos apremia». Siendo testigos de la caridad de Cristo queremos perpetuar la venida de Dios al mundo y ser voceras de paz, justicia y amor.
Sor María Ángeles Infante, HC
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