“Dichoso el que teme al Señor“
Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31; Sal 127; 1 Tes 5, 1-6; Mt 25, 14-30.
Jesús nuevamente nos habla del Reino de los cielos contando a sus discípulos la parábola de un hombre que sale de viaje y encarga a tres de sus sirvientes de más confianza el cuidado de sus bienes, dando a cada uno de acuerdo a sus capacidades y habilidades. A su regreso (segunda venida del Señor), les pide cuentas; los dos primeros entregan el doble de lo que se les asignó y el amo les felicita por haber sido fieles y los invita a pasar a la fiesta. Por su parte, el tercero entrega lo mismo que recibió, argumentando que, por miedo a su amo, prefirió enterrarlo para no perderlo. El amo se enoja, le llama perezoso y le quita aún eso poco para dárselo a quien tiene más.
A cada uno de nosotros Dios nos ha bendecido con ciertos dones (talentos) y lo que se esperaría es que los multipliquemos al complementarlos y compartirlos con los demás, poniéndolos al servicio de la comunidad. A veces, por miedo al qué dirán, o por miedo a pensar que podemos perder lo que tenemos, nos paralizamos, y no somos capaces de brindarnos para bien de los otros.
¿Cuáles son mis talentos? ¿Los he puesto a trabajar?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Raquel Estrada Díaz, laica colaboradora de la parroquia de La Medalla Milagrosa de Puebla, México.
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