Tú eres mi madrugada y el ocaso buscando mi alma.
Tú eres la nota alta en mi hora de alabanza y el golpe de alegría en mi silencio.
Tú eres mi pan sobre la mesa y el vino que comparto donde caen las angustias.
Tú, Señor, el que me visita y se queda hasta el fin de mi jornada.
Tú, Señor, el que sigue en mis mareas y me calma con su mano.
¿Qué sería si no te buscara? ¿qué sería si soltara hoy mi arado?
P. Pablo González Sandoval. C.M,
Chile.
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