A menudo afrontamos posturas consideradas «políticamente correctas», pero que en realidad son contrarias a los principios evangélicos. Esta es la definición clásica de la «agenda global», defendida por las sociedades supuestamente «avanzadas», los medios de comunicación y los partidos políticos que obedecen a la ideología del mundo. Por ejemplo, cuando una nación, por medio del poder judicial o legislativo, aprueba la legalización de las drogas, la «muerte asistida» (eutanasia), la destrucción de la familia (conflicto de género) y el asesinato de bebés (aborto), está siguiendo al detalle esta «agenda de la muerte».
Para combatir esta corriente, nosotros, los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl y de la Familia Vicentina, somos invitados a promover una agenda alternativa a través de nuestra actitud, comportamiento y opinión, la llamada «agenda vicentina», que es, ante todo, una posición basada en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Entre las propuestas que contiene esta agenda, podemos destacar tres elementos esenciales que la caracterizan: la justicia social, la ética y la empatía. Se trata de requisitos fundamentales que sirven de remedio a los males del mundo moderno, del mismo modo que Jesús es la luz y la sal del mundo (Mateo 5,13-14).
Abogar por la justicia social y la caridad es resolver los problemas sociales de la humanidad basándose en la Doctrina Social que la Iglesia formuló a finales del siglo XIX y que tuvo (y tiene) a Antonio Federico Ozanam como uno de sus máximos exponentes. La caridad viene a continuación, pero es la justicia social la que trae paz a las sociedades, creando un entorno propicio para el desarrollo humano. El acceso a las oportunidades y a los derechos sociales (educación, salud, seguridad y empleo) debería ser una realidad para todos los hijos de Dios, especialmente para los más vulnerables y excluidos.
La agenda vicentina también está impregnada de ética y valores cristianos, así como de virtudes vicentinas y de los sacramentos. Por eso, hablar de humildad y sencillez en un mundo tan egoísta, individualista y materialista no es misión fácil, y molestará a muchos de los que propagan la otra agenda, la agenda de la vanidad y la agenda de la indiferencia. Muchos intentarán acallar la voz de los que defienden la agenda cristiana. Predicar la palabra de Jesucristo, evangelizar en los medios de comunicación, proponer una vida más sencilla, cuidar el medio ambiente… todo esto se considera un escándalo en el mundo actual, centrado en el dinero, las guerras y el poder.
El tercer elemento fundamental de la agenda vicentina es la empatía, que trae consigo el concepto de respeto integral hacia las personas. Mientras que en la agenda del mundo las personas están enfrentadas y son hostiles unas contra otras (hombres contra mujeres, hijos contra padres, blancos contra negros, pobres contra ricos, estudiantes contra profesores, etc.), la agenda vicentina trata a todos con igualdad y dignidad, sin hacer distinciones entre personas (Hechos 10,34-44), porque Dios nos ha dado la capacidad de crecer y prosperar en la vida, independientemente de nuestra situación socioeconómica. ¡No somos ni un producto ni un «resultado social» del entorno que nos rodea!
Los principios de la «agenda vicentina» pueden parecer relativamente sencillos, pero no siempre conseguimos que este planteamiento sea mayoritario en la sociedad civil. Los medios de comunicación, los partidos políticos y el desprecio por lo sagrado pueden ser, a veces, más influyentes que la agenda cristiana. Pero tenemos que avanzar por este camino, combatiendo el mal que está junto a nosotros, enquistado en prácticamente todo, como el trigo y la cizaña (Mateo 13,24-46), particularmente en la cultura, la ciencia, las artes, la prensa, la política y la educación.
Por eso, los vicentinos tenemos que estar muy vigilantes en nuestra vida cotidiana, especialmente en los eventos cívicos y electorales, para evitar que la agenda del mundo gane fuerza y prevalezca sobre la agenda cristiana. Elegir representantes que piensen de esa manera, que defiendan la agenda del mundo, es prácticamente pegarnos un tiro en el pie. Sabemos que no es tarea fácil, pero Dios nos ha dado la capacidad de discernimiento que precisamos para evitar caer en las trampas del maligno. Repudiar todo lo que va contra la vida, contra Dios y contra la dignidad del ser humano es, de hecho, nuestra misión como bautizados y como vicentinos. Sólo así alcanzaremos la santidad y construiremos un mundo mejor, más fraterno y humano.
Dios nos ha legado el mensaje de la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Es una muy clara propuesta de vida. Sin duda, es una propuesta muy nítida sobre lo que está bien y lo que está mal. No hay medias verdades ni medias interpretaciones. El perdón y la reconciliación son para todos, tal como dijo Jesús: «Vete y no peques más» (Juan 8,11). Pero el pecado aleja al hombre de Dios. Por eso, ser radical (es decir, volver a la raíz de las cosas) es el camino seguro para entrar en el cielo.
En resumen, la agenda vicentina es contraria a la agenda del mundo, y ambas son irreconciliables. Debemos fortalecernos espiritualmente para defender, en todas partes y en todo momento, el mensaje de amor y caridad que Nuestro Señor Jesucristo vino a predicar, llevando el carisma vicentino a todo lugar y circunstancia.
Consocio Renato Lima de Oliveira,
Comisionado de la SSVP ante las Naciones Unidas y 16º Presidente General Internacional de la SSVP (2016/2023)
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