“¿Quién será éste del que oigo semejantes cosas?”
Ag 1, 1-8; Sal 149; Lc 9, 7-9.
La liturgia de la Palabra nos invita a reflexionar sobre nuestra situación actual y la presencia de Dios en todo ello.
Comenzamos la lectura del profeta Ageo, con la narración del regreso del pueblo judío del destierro en Babilonia, bajo el apoyo de los reyes Persas. El profeta nos deja ver cómo, llegar y encontrar ciudades en ruinas, campos abandonados, murallas destruidas y el Templo incendiado, causó el desánimo de algunos que se limitaron simplemente a sobrevivir, reconstruir sus viviendas y trabajar sus campos, descuidando la reconstrucción del Templo y las ilusiones de independencia; por ello el profeta exhorta a que vean en la reconstrucción material del Templo la reconstrucción, también, de su identidad y de su unidad, volviendo a confiar en que “el Señor es amigo de su pueblo”, tema que será enfatizado en el Evangelio, al plantearnos la novedad y sobresalto que genera tanto en el pueblo, en general, como en el mismo rey Herodes, al oír de los prodigios con los que Jesucristo –Templo vivo de Dios– parece estar renovando, material y emocionalmente, la vida y el mundo de aquellos con los que se va encontrando.
Señor, ¿quién eres y qué quieres de mí? Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez B., C.M.
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