“Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros”
Ef 4, 1-7. 11-13; Sal 18; Mt 9, 9-13.
Hoy, fiesta de san Mateo, comparto un fragmento de una homilía de Beda el Venerable: “La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor un banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré a su casa, cenaré con él y él conmigo”.
Señor, ¿también yo me siento invitado a seguirte y a servirte como evangelizador? Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez B., C.M.
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