Para llegar a una pregunta fundamental en el capítulo 23 de Mateo, considera la distinción entre dos tipos de respuestas, una estándar y otra personal. Por estándar me refiero a un concepto compartido que se puede leer en un libro. «Nuestra forma de gobierno es una democracia», un hecho objetivamente aceptado por el público.
Una respuesta personal aporta más: convicción interior, verdad que surge del corazón de una persona; por ejemplo: «Personalmente creo en un gobierno democrático y me sacrificaría por él». Este segundo tipo surge del interior y habla de una inversión sincera. Indica la voluntad de ser impulsado y cambiado por la creencia.
Esta distinción entre lo estándar y lo personal figura en la pregunta que Jesús lanza en el evangelio de Mateo: «¿Quién decís que soy yo?». La respuesta que da la multitud es la estándar: «La gente dice que eres: Juan el Bautista resucitado, Jeremías, uno de los profetas».
Pero entonces, con Pedro, Jesús cambia a la otra frecuencia. «Eso he oído. Pero lo que te pregunto es: ¿quién dices tú, Pedro, tú mismo, que soy yo?».
Jesús busca aquí la respuesta personal, la que surge de un lugar más profundo, el nivel de lo que cuenta y lo que no. Es una respuesta alineada con aquello por lo que una persona viviría y moriría. Es la pregunta más íntima y personal… «¿Qué significo para ti, individual y personalmente? ¿Hasta qué punto estoy alojado en tu corazón? ¿Qué importancia real tengo en tu vida y en la de los que te rodean?»
Jesus is looking here for the personal answer, one that arises from the deeper place, the level of what counts and what doesn’t. It’s a response aligned with what a person would live and die for. It’s the more intimate and self-involving question? «What do I mean to you, individually and personally? How far down am I lodged in your heart? What real difference do I make in your life — and in the lives of those around you?»
También sabríamos que Jesús nos está dirigiendo a cada uno de nosotros esta pregunta mirándonos a los ojos. Y nos damos cuenta de que espera algo más que la respuesta estándar, esa que puedo buscar en el catecismo y dar de memoria. La formula como lo haría alguien que se ha enamorado de ti: «¿Qué significo para ti? ¿Cómo aparezco en tu vida? ¿Qué diferencia práctica hago en tu día a día?».
Pedro —y nosotros— estamos en el punto de mira.
Un lugar privilegiado lo hallamos en la Eucaristía, donde cada uno de nosotros escucha directamente esta pregunta llena del alma: «¿Quién soy yo para ti? ¿Qué significo en tu existencia cotidiana? ¿Cuánto cuento en las decisiones importantes que tomas? ¿Cómo influyo en tus juicios sobre lo que importa y lo que importa menos? ¿Hasta qué punto influyo en tu forma de ver el mundo?».
Otro «lugar» es cuando servimos a los privilegiados de Vicente, los pobres. Siguiendo sus instintos, oiríamos a Jesús hablar a través de sus voces, una vez más haciendo la más autoimplicante de las preguntas: «¿Quién decís que soy?».
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