Los Evangelios presentan la vida de Jesús en la tierra como un viaje de Galilea a Jerusalén (Lc 9, 51). Fue un Viaje hacia su Padre, que terminó en su muerte, resurrección y ascensión a su padre. En este Viaje, invitó a muchos a seguirlo y les enseñó el camino al Padre. Jesús, en el Evangelio de Juan, en su discurso final a sus discípulos, les dijo que él es el camino al Padre. Después del discurso les dijo: «Levantaos. Vámonos de aquí» (Jn 14, 31).

Jesús es el camino al Padre. Él es el camino a la Verdad y a la Vida. Por lo tanto, estar en Su camino significa estar en el camino de la Verdad y la Vida. Significa viajar con él. Es un Viaje a nuestra libertad y autenticidad. Es un viaje desde lo que soy y lo que Dios quiere que yo sea. San Pablo describe muy bellamente la naturaleza de este viaje en la carta a los Filipenses:

No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. (Fil 3, 12-14).

A través de nuestra oración podemos estar siempre en nuestro Camino. En la oración encontramos a Jesús, nuestro Camino, y dejamos que nos guíe en su camino. Cuando estamos en camino, no tenemos miedo; aunque tengamos que caminar por valles oscuros, nuestro corazón no se encoge ni se hunde. No nos desanimamos si el camino parece demasiado largo; no nos agota la fatiga del viaje.

Un filósofo correctamente definió al hombre como un caminante en la cuerda floja. Esto nos habla de la importancia de avanzar constantemente. Nos recuerda que la vida es un desafío constante. Uno tiene que estar avanzando continuamente. Jesús, nuestro Camino, nos pide que nos elevemos sobre las cosas del mundo y pongamos nuestros ojos en las cosas del cielo.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, en muchas ocasiones, los seguidores de Cristo son llamados como «los que pertenecen al Camino» (Hechos 22, 4; 18, 25-26; 19, 9).

El P. André Dodin escribió sobre San Vicente: «Vicente tenía un camino y no una teoría». San Vicente y santa Luisa siguieron las huellas de la providencia, reveladas en su oración, en los acontecimientos y en las personas. Como vicencianos, caminemos atentos a la providencia de Dios y a los gritos de los pobres.

Sobre el autor:

El P. Binoy Puthusery, C.M., es un sacerdote paúl perteneciente a la Provincia de India meridional. Fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 2008 y poco después sirvió como coadjutor en Tanzania. En 2011, después de dos años de ministerio, fue nombrado Director Espiritual de las Hermanas Vicentinas de la Misericordia, en Mbinga, Tanzania. Actualmente reside en Barakaldo (España), y es formador en el Máster en Vicencianismo.