Desde un punto de vista vicenciano: Una alianza

por | Ago 5, 2023 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

El mes pasado celebré tres bodas. Por supuesto, ya había participado como testigo oficial en otras bodas, pero en julio fue la primera vez que tuve el honor de celebrar tantas en tan rápida sucesión. En la preparación de las celebraciones, una palabra seguía brotando para mí de los textos: «alianza».

El hombre y la mujer que se presentaban ante el Señor para prometerse el uno a la otra no firmaban simplemente un acuerdo o un contrato. Hacían una alianza. Algo en esa palabra capta la santidad, la permanencia y la plenitud de sus palabras y acciones. Sugiere lo personal, lo interpersonal y la presencia de lo Divino. Y el anillo capta algo del peso de su solemne promesa.

El Antiguo Testamento contiene ejemplos de alianzas entre individuos, pero sobre todo entre Dios y su pueblo. Podemos señalar las historias de Abraham, Moisés y David. Podemos fijarnos en las historias relacionadas con el sábado, el arco iris y la circuncisión. El Arca de la Alianza es un símbolo maravilloso de la Alianza de Dios con este Pueblo Santo. La esperanza, por supuesto, es que, como Dios se vincula a su Pueblo, éste le será fiel mientras lo guía y cuida de él. Esta esperanza encuentra expresión en muchos lugares y de diferentes maneras, pero esencialmente afirma:

Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Jer 7,23; Ez 36,28; Ex 6,7).

El Nuevo Testamento repite esta promesa (2 Cor 6,16; Ap 21,3), y ofrece la gran alianza instituida por Cristo en la Eucaristía:

Entonces tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros; haced esto en memoria mía». E igualmente la copa, después que hubieron comido, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que será derramada por vosotros» (Lc 22,19-20; 1 Cor 11,25; Mc 14,24).

En Cristo, la alianza entre Dios y los hombres alcanza su plenitud y perfección. La Eucaristía constituye el sello de esta alianza. Por Cristo, nos unimos plenamente al Padre en el sacramento.

Las evocadoras imágenes bíblicas asociadas a la alianza sugieren su importancia y valor en el sacramento del matrimonio. El hombre y la mujer se implican plenamente en las palabras y los gestos de la ceremonia. Con esa plenitud, hacen la promesa singular que los une para toda la vida en un amor pactado:

Sacerdote: Así, pues, ya que queréis contraer santo Matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.

El esposo: Yo, N., te recibo a ti, N., como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

La esposa: Yo, N., te recibo a ti, N., como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

En mis celebraciones de este último mes, me pareció muy poderosa la idea de que una persona haga una alianza con otra. Recuerdo mi alianza con el Señor a través de mis votos. En la Familia Vicenciana, nuestra alianza nos une a los demás en nuestro servicio a los pobres.

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