Apresurarse a condenar y excluir

por | Jul 20, 2023 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús soporta humilde, manso y paciente a los débiles y molestos.  De él se aprende a soportarse unos a otros y no apresurarse a juzgar.

Dice un lector de una iglesia a otro lector que le gustaría ser el portero del cielo.  Es decir, el que separará unos de otros a los que estén a la puerta y busquen entrar.  Pondrá él a su derecha a los políticos del partido republicano y a su izquierda a los del partido demócrata.  Y al momento replica el otro lector:  «Yo, en cambio, pondré a mi derecha a los políticos demócratas y a mi izquierda a los políticos republicanos».  Los dos lectores, por supuesto, caen en la tentación de generalizar y de apresurarse a juzgar y excluir.

Y parecen apresurarse los criados, en el evangelio de hoy, a solucionar el problema de la cizaña.  Pues le dan a entender a su señor que están dispuestos a arrancarla.  Pero no saben lo que dicen; no se les ocurre lo que al dueño del campo de trigo.

De verdad, los hombres no sabemos, no pocas veces, qué hacer, qué decir, qué pedir.  Y terminamos con ir con la gente que suelen apresurarse.  Está bien, por lo tanto, que el Espíritu venga a ayudarnos.  Y, por la misma razón, nos conviene prestar atención a la llamada de Jesús:  «El que tenga oídos, que oiga».

Ya hizo el Maestro la misma llamada tras contar la parábola del sembrador del domingo pasado.  Y la dirigió él a todos sus oyentes.  Pero hoy se la dice él a sus discípulos.  Con razón se puede decir que se les pide que sean humildes, mansos y pacientes.

No apresurarse a condenar y excluir

Los elegidos de Jesús son de los pequeños, de la gente sencilla.  A ellos se les da a conocer las cosas del reino del cielo que se les ocultan a los sabios y entendidos.  Lo que quiere decir que los cristianos no han de ser como el fariseo que se tiene por justo y está seguro de sí mismo.  Tiene él en menos también a los demás.

Y los cristianos son capaces de apresurarse a juzgar a los demás y  hacerse militantes, rígidos, separatistas e impacientes como los zelotes y los esenios de Qumrán.  No faltan cristianos que no quieren que se les dé la comunión a otros cristianos.  Quizás no crean que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (EG 47).

Pero hemos de ser como Cristo que come con los pecadores.  Encarna él la enseñanza de que ser el soberano que lo puede todo quiere decir mostrarse paciente y compasivo.  Y darles la dulce esperanza a los pecadores.  No hemos de hacernos «hombres sin remedio».   Son, —dice san Agustin—, los que «dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás».

Y fiaremos del Señor de la mies y haremos lo mejor que podamos para ser la buena semilla.  La pequeña semilla también de mostaza que se hará un arbusto muy alto y acogedor.  Y la levadura que produzca los cambios deseados.

Señor Jesús, no le dejes ni a uno de nosotros cristianos apresurarse de modo que hiera a los demás.  Haz que fiemos de la Providencia y aprendamos a apresurarnos de modo lento (SV.ES V:374).

23 Julio 2023
16º Domingo de T.O. (A)
Sab 12, 13. 16-19; Rom 8, 26-27; Mt 13, 24-43

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