Hay una interesante historia sobre un ateo que consideraba absurda la fe en la encarnación de Jesús. Cierta noche de Navidad, mientras todos los creyentes se reunían en la Iglesia para celebrar el nacimiento de Cristo, él se quedó en casa. Esa noche hubo una gran tormenta y fuertes lluvias. Cayeron muchas ramas de árboles. Este hombre, que estaba dentro de su casa, escuchó el llanto de un pequeño pájaro que había caído en su patio junto con las ramas. Cuando salió y miró, vio un pájaro muy pequeño y hermoso. Debido a la lluvia y la tormenta, el pájaro estaba asustado, sus plumas mojadas y, por lo tanto, no podía volar.
Cuando vio este hermoso pájaro, sintió compasión por él y quiso llevarlo adentro y darle algunos granos para comer. Mientras intentaba atraparlo, el pájaro se alejaba de él, con miedo. Hizo muchos intentos para atraparlo, pero no pudo. Entonces pensó para sí mismo; «Si tan solo pudiera comunicarme con este pájaro y hacer que el pájaro comprenda mi amor y preocupación por él». Mientras pensaba esto interiormente, escuchó el sonido de la campana de la iglesia anunciando el nacimiento de Jesús. Luego, un pensamiento pasó por su mente: hay una similitud en la historia de la encarnación y lo que él pensaba mientras intentaba salvar a ese pequeño pájaro asustado.
San Juan, en su Evangelio, expone el propósito de la venida de Cristo de esta manera: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). La palabra se hizo carne para que podamos conocer el amor de Dios: » «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4, 9). Sobre el propósito de la Encarnación, San Gregorio de Nisa escribió las siguientes bellas palabras:
Enferma, nuestra naturaleza demandaba ser sanada; caída, ser levantada; muerta, levantarse de nuevo. Perdimos la posesión del bien; era necesario que se nos devolviese. Encerrados en la oscuridad, era necesario traernos la luz; cautivos, esperamos a un Salvador; prisioneros, ayuda; esclavos, un libertador. ¿Son estas cosas menores o insignificantes? ¿No movieron a Dios a descender a la naturaleza humana y visitarla, ya que la humanidad estaba en un estado tan miserable e infeliz?
Sobre el autor:
El P. Binoy Puthusery, C.M., es un sacerdote paúl perteneciente a la Provincia de India meridional. Fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 2008 y poco después sirvió como coadjutor en Tanzania. En 2011, después de dos años de ministerio, fue nombrado Director Espiritual de las Hermanas Vicentinas de la Misericordia, en Mbinga, Tanzania. Actualmente reside en Barakaldo (España), y es formador en el Máster en Vicencianismo.
0 comentarios