«Deje usted que piensen y que digan todo lo que quieran y esté seguro de que los principios de Jesucristo y los ejemplos de su vida nunca nos llevan al desastre, sino que dan su fruto a su debido tiempo, que todo lo que no es conforme con ellos es vano, y que al que sigue las máximas contrarias todo le saldrá mal. Tal es mi fe y tal es también mi experiencia. En nombre de Dios, padre, tenga esto por infalible» (II, 236-237).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- “Deje usted que piensen y digan todo lo que quieran”… Bueno sería conocer cómo se le quedó el cuerpo al buen Bernardo Codoing, superior en Roma en 1642. Porque a él está dirigida la “filípica”. ¿Y a qué viene la respuesta? Sencillo: el buen superior había consultado al sr. Vicente la posibilidad de dar misiones por las tierras de los señores cardenales justificando la cuestión en lo que pensarían de la Congregación si se negaran. Posiblemente no era otra cosa que para agradecer la intervención de algunos cardenales en el dificultoso reconocimiento de la Congregación por parte de la Santa Seda (1632).
- Y aquí aparece el hombre de convicciones llamado Vicente y no tanto por dar misiones en las tierras de los cardenales (en definitiva era lo que hacían, obispados, en todas partes) sino por el razonamiento que utiliza el P. Codoing acerca del “pensar o decir” de los cardenales. En definitiva: deben darse misiones allí donde las circunstancias lo hagan posible, al margen de las consecuencias que pueda devenir de una negativa. ¿Estaba por medio alguna fundación en ciudad cardenalicia?… Quizá esté aquí la clave explicativa de la negativa del sr. Vicente.
- Curioso resulta uno de los argumentos: “tal es mi fe y mi experiencia”. Lo primero es claro: Fe en “que los principios de Jesucristo y los ejemplos de su vida nunca nos llevan al desastre, sino que dan su fruto a su debido tiempo, que todo lo que no es conforme con ellos es vano, y que al que sigue las máximas contrarias todo le saldrá mal”. Ahora bien ¿cuál es su experiencia? Pues, que yo sepa, la adquirida en las múltiples negativas que dio para fundar en determinados “obispados” bien por “principio” o bien por la falta de “garantías económicas” que asegurasen la permanencia de la fundación.
- Bien se cuida, no obstante, de escribirlo. De ahí que se refugie en un frecuente argumento místico: “debemos seguir los principios y ejemplos de Jesucristo” y, añade, “en nombre de Dios, padre, tenga esto por infalible«. ¿Quién puede estar fuera de este círculo? ¿Responde, no obstante, a la petición que se le formula?… ¿Profundidad mística? ¿Astucia reptil?… Lo dicho al comienzo: ¿Cómo se le quedó el cuerpo al P. Codoing?… ¿Acaso en Francia no se hacía lo mismo?… ¿Dejó de dar las solicitadas misiones?… Quizá la radicalidad dualista del sr. Vicente sea la causa de este tipo de situaciones.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Ponemos todas nuestras actuaciones en el espejo de Jesucristo?
- ¿Cómo andamos de “sencillez” y “astucia”?
- ¿En el devenir de nuestras obras tenemos en cuenta los motivos de la “fundación” o del “mantenimiento?
- ¿Imitación de las palabras y acciones de Jesucristo o seguimiento de Jesucristo?
- ¿Damos tiempo para que fructifiquen nuestros trabajos?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
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