Mi experiencia en el IX EMLA Honduras 2023

por | Jun 15, 2023 | Juventud Mariana Vicenciana, Noticias | 0 Comentarios

Vivir este encuentro ha sido un gran regalo de Dios y una experiencia extraordinaria en mi vida. No imaginaba las vivencias que me esperarían.

Cuando llegamos y nos encontramos con los miembros de JMV que habían llegado previamente, fue tan cálido el recibimiento que desde ese momento me sentí en familia, pareciera que ya nos conocíamos de hace tiempo, y es que ser parte de JMV lleva impregnado ese sello de ser y sentirse parte de una familia, que comparte una misma historia, un mismo objetivo, un mismo camino de fe.

Durante la semana de encuentro formativo, además de mantener la convivencia alegre, creativa y dinámica de cada día, tuvimos el compartir de una serie de temas que nos invitaron a reflexionar sobre nuestro ser misionero, tomando conciencia de que cada uno de nosotros somos una misión. Una misión que emana de nuestro encuentro personal con Jesús y nos impulsa a dar testimonio de su amor.

Hubo por supuesto una gran riqueza en el compartir con cada uno de los asistentes, con su persona, su testimonio, sus costumbres y cultura de su país.

Durante la semana de misión en la comunidad que me fue destinada “Cuyamelito/Potrerillos”, conocí a personas muy valiosas que me permitieron conocer un poco de sus historias de vida, sus necesidades y nos brindaron su cariño aún sin conocernos. Las llevo en el corazón y no alcanzaría a describir cada testimonio en este breve texto, pero comparto el de la señora Bella quien se alegró tanto de nuestra visita y nos hizo saber de su gran necesidad de confesarse, pues por su edad avanzada y falta de interés de su familia (actualmente protestante), no le era posible ir en busca de ese anhelo. Y qué decir de Delvin un joven que se dejó tocar por Dios al acompañarnos en el visiteo, en donde pudo notar las carencias y dolor que otros viven y que estando tan cerca desconocía. Se conmovió tanto que al compartirlo con los demás se llenaron sus ojos de lágrimas.

Es así como nuestro camino de fe y santidad exige una relación con Dios, nosotros y los otros. Cada uno es llamado a reflejar el rostro amoroso de Cristo y a reforzar nuestro ser misionero a través del encuentro con los demás.

Somos llamados a “ser el ahora de Dios” y ello implica moverse, descubrir que es lo que Él necesita de mí, estar donde me necesita. Descubrir y trabajar en mis limitaciones, estar en sintonía con las condiciones actuales del mundo, de mi comunidad, de mi propia persona. Ser un agente de cambio en mi entorno cotidiano.

Como también lo ha dicho el Papa Francisco “sientan que tienen una misión y enamórense”, ese amor nos dará el impulso a ir en busca de lo que amamos. Recordando siempre que:

“Junto a Jesús y María, nuestra vida es misión”

Beatriz López Flores
JMV México.
Fuente: https://jmvinter.org/

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