En el Evangelio hay un pasaje que muestra cómo Jesús quiere que seamos personas que se dedican tiempo a ser uno mismo, lejos de nuestros trabajos y de todas las demás distracciones. A los apóstoles, cuando regresaron después de su misión, Jesús les dijo: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco« (Mc 6, 31). El evangelista añade: «Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer«.
A los jóvenes de hoy, de la era digital en la que estamos viviendo, Jesús nos diría que nos tomemos un tiempo para «desconectar». En nuestra cultura «en línea» hay demasiadas distracciones y activismo. En todo momento nos vemos bombardeados con una sobrecarga de información, fotos, videos, etc. Esta información excesiva, paradójicamente a menudo no nos hace más informados o aprendidos, sino que nos distrae y dificulta nuestro crecimiento personal y relaciones.
Es posible que podamos obtener toda la información sobre cualquier tema desde Internet. Pero Internet nunca será capaz de dar respuestas a las preguntas fundamentales como: ¿Quién soy yo?, ¿cuál es el propósito de mi vida?, etc. Estas son preguntas que pertenecen a nuestro ser interior y a Dios. Para obtener respuestas a estas preguntas necesitamos ser personas que dedican tiempo a la reflexión personal, la oración y el silencio interior.
Sobre la importancia de la reflexión personal y el silencio, dijo Aristóteles, «una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida».
Dijo San Agustín: «La lejanía de Dios es equivalente a la lejanía de uno mismo».
En la vida de Jesús, encontramos que a menudo se retiraba en soledad para orar a su padre, para discernir su voluntad, bajando luego al pueblo para cumplir la voluntad de su padre. El retiro de uno mismo en el silencio y la oración no es huir del mundo o esquivar nuestras responsabilidades.
Por otro lado, nos retiramos para volver con renovada energía y creatividad. Nos retiramos para que podamos regresar al mundo y al pueblo, como Moisés descendió de la montaña después de reunirse con el Señor, o como los apóstoles Pedro, Juan y Santiago descendieron después de conocer al Señor transfigurado. En palabras de San Vicente: «es ser cartujos en casa y apóstoles en el trabajo».
Sobre el autor:
El P. Binoy Puthusery, C.M., es un sacerdote paúl perteneciente a la Provincia de India meridional. Fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 2008 y poco después sirvió como coadjutor en Tanzania. En 2011, después de dos años de ministerio, fue nombrado Director Espiritual de las Hermanas Vicentinas de la Misericordia, en Mbinga, Tanzania. Actualmente reside en Barakaldo (España), y es formador en el Máster en Vicencianismo.
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