Desde un punto de vista vicenciano: «Tiempo de Pentecostés»

por | Jun 10, 2023 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

Llamamos «Tiempo de Navidad» a varias semanas que siguen a la celebración de la Navidad. Del mismo modo, muchas semanas siguen a la solemnidad de la Pascua, y nos referimos a este tramo como el «Tiempo de Pascua». Estas «estaciones» expresan y prolongan las grandes fiestas a las que están asociadas. En estos días me he preguntado sobre la necesidad de un «Tiempo de Pentecostés» que abarque y enfatice el significado de la maravillosa fiesta de Pentecostés. Durante este tiempo, la Iglesia centra nuestra atención en la presencia del Espíritu Santo en la comunidad cristiana.

En mi anterior escrito hablé del Espíritu y de María. Mi reflexión se centraba en un pasaje inicial de los Hechos de los Apóstoles:

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse (Hch 2,1-4).

El relato no se contenta con llamar nuestra atención únicamente sobre el hablar de los Apóstoles y discípulos; también dirige nuestra atención hacia quienes les escuchan. Cada persona, sea cual sea su origen, les oye hablar en su propia lengua (vv. 6, 8, 11). Hablar y escuchar sirven para captar el mensaje de Dios para la humanidad. Esta dinámica recibe su impulso de la presencia del Espíritu.

Hablar y escuchar. Forman la pareja más natural. Confieso que los encuentro particularmente atractivos para la época actual de nuestro país, de nuestra Iglesia y entre amigos. Mi hambre de este tipo de comunicación no es original ni única. Muchísimas personas sienten esa carencia. Nos desafía a cada uno de nosotros a considerar en qué medida contribuimos a ese esfuerzo en nuestras propias relaciones y reflexiones.

Una vez más, podemos sentirnos atraídos por el deseo del papa Francisco de comprender y practicar la sinodalidad. Invita a la Iglesia y a su pueblo a aprender a atenderse mutuamente.

Así, Pentecostés y el Espíritu Santo. Nuestro Tiempo de Pentecostés abarcaría el Tiempo Ordinario que iniciamos en estas semanas. «Ordinario» describiría la naturaleza de la acogida del Espíritu en nuestra conversación, nuestro estudio, nuestras decisiones. Sí, Jesús nos prometió este don extraordinario del Abogado, del Consejero, del Consolador. Debemos buscarla y atenderla. Como el fuego, el viento y el agua simbolizan a este Espíritu y forman parte de nuestra experiencia cotidiana, así debe ser su guía y nuestra respuesta positiva.

Ven, Espíritu Santo
llena nuestros corazones,
haznos fieles,
enciende en nosotros el fuego de tu amor.

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