Incluso los que tenemos una cierta edad recordamos la emoción y la impaciencia. Tres palabras – «¿Ya hemos llegado?»- captaban nuestra expectación, emoción e impaciencia. Era la expresión abreviada de tantos acontecimientos… fiestas, vacaciones de verano, nuevas experiencias y…

¿Recuerdas las ocasiones y los sentimientos en que decías esas palabras?

La imagen me vino al pensar en el ambiente de la «habitación alta». En el tiempo entre la Ascensión de Jesús y la efusión de su Espíritu. Los seguidores de Cristo se acobardaban ansiosamente, esperando que sucediera algo.

Exploremos juntos.

¿Qué sucederá después?

Jesús dijo: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me veréis» (Jn 16,16). Le preguntaron: «¿Qué significa esto?»; «En verdad, en verdad os digo: lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo se alegra; os entristeceréis, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Pero no esperaban su muerte… ni su resurrección. Luego les sorprendieron sus apariciones inesperadas. Ahora había subido al cielo. ¡La cabeza les daba vueltas!

Les dijo que se quedaran en Jerusalén. ¿Por cuánto tiempo? ¿Hasta cuándo? Temían por sus vidas. ¿Cuándo y cómo iba a llegar?

«¿Ya llegamos?» se convirtió en «¿Qué pasa luego?».

¡Esperando 40 años!

No era la primera vez que el Pueblo de Dios esperaba… y se preguntaba, esperaba y refunfuñaba.

Una vez, ¡vagaron por 40 años! Imagínense su emoción cuando comenzaron su viaje hacia la tan ansiada libertad. Ahora estaban perdidos en el desierto.

Tenían su propio modismo para «¿ya llegamos?»: «¿Hasta cuándo?», gritaban.

A veces se quejaban, expresaban dudas y anhelaban volver a las viejas costumbres de Egipto, sintiéndose inseguros acerca de la provisión de Dios (Éxodo 16,2-3, Números 14,2-4).

Es cierto que también hubo momentos de fe, alabanza y esperanza, sobre todo cuando fueron testigos de las intervenciones milagrosas y la provisión de Dios en su viaje (Éxodo 15,1-18, Números 9,15-23).

Tanto los israelitas como los discípulos se enfrentaron a pruebas de fe y confianza durante sus respectivos periodos de espera.

Los israelitas fueron llamados a confiar en la provisión y guía de Dios a pesar de los desafíos del desierto.

Los discípulos tuvieron que confiar en la promesa de Jesús del Espíritu Santo y en el cumplimiento del plan de Dios, aunque no tuvieran claridad inmediata sobre cómo sería.

Aplicación a nuestra experiencia del proceso sinodal

Los 40 años en el desierto y el período de espera entre la Ascensión y el descenso del Espíritu Santo ofrecen valiosas lecciones que pueden aplicarse al proceso sinodal de tres años del Papa Francisco.

El proceso sinodal exige confianza en los tiempos de Dios y en su guía. Es esencial buscar la sabiduría de Dios y confiar en Su guía a lo largo del proceso, sabiendo que Su tiempo es perfecto y Su guía digna de confianza.

Es un tiempo de discernimiento, escucha y búsqueda de consenso. Manteniendo la paciencia y la perseverancia, la Iglesia puede crecer en unidad y comprensión.

El proceso sinodal ofrece una oportunidad de transformación y renovación dentro de la Iglesia.

Es el momento de reflexionar sobre la misión de la Iglesia, evaluar sus prácticas y discernir cómo servir de mensajeros en un mundo cambiante. El proceso requiere apertura a la guía del Espíritu Santo y la voluntad de aceptar los cambios necesarios.

Se nos desafía a escuchar todas las voces, especialmente las de las periferias. Fomenta el compromiso activo, el diálogo y la atención a los signos de los tiempos. Escuchando con atención, la Iglesia puede discernir mejor la voluntad de Dios y responder con autenticidad a las necesidades de las personas a las que Dios nos ha enviado.

¿Podemos reconocer y aceptar nuestra impaciencia en este camino?

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk