Hoy, de facto, la crisis climática, la guerra y la crisis económica parecen nubes negras que se ciernen sobre nosotros y que, aunque no nos afecten directamente, desestabilizan nuestro modo de vida y, como mínimo, nos hacen sentir aprensión. Pero también han sacudido a muchas personas que seguían «distraídas»*.
El aumento de los fenómenos climáticos extremos no puede ser sólo un tema de conversación. Causa cierto alboroto, sobre todo cuando se producen en la puerta de tu casa, pero es deseable que al final tenga el efecto de calmar a la gente. De lo contrario, dentro de unos años, los niños de hoy se preguntarán por qué hemos permitido que las condiciones de vida en el planeta se deterioren tanto.
En la «RED Cuidar nuestra casa común» (véase https://casacomum.pt/quem-somos/), nos inspiramos en la encíclica Laudato Si’, la carta que el papa Francisco dirigió a todas las personas de buena voluntad. Ese texto, publicado en 2015 y tan actual, desarrolla la idea de una ecología integral (LS 137-138). Todo está interconectado (LS 91) y las cuestiones medioambientales no pueden disociarse de las sociales y económicas, ni de las espirituales. Francisco propone la conversión ecológica, que «implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea» (LS 217). Y eso, añade, para «crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria» (LS 219).
En el mensaje para la última jornada de oración por la creación (1 de septiembre de 2022), el papa recordó la necesidad de una espiritualidad ecológica (LS 216) que nos lleve a una relación diferente con los demás y con la creación: «Se trata de ‘convertir’ los modelos de consumo y producción, así como los estilos de vida, en una dirección más respetuosa con la creación y con el desarrollo humano integral de todos los pueblos presentes y futuros; un desarrollo fundamentado en la responsabilidad, en la prudencia/precaución, en la solidaridad y la preocupación por los pobres y las generaciones futuras».
Hace casi ocho años, Francisco nos exhortó a cuidar nuestra casa común, englobando en este concepto los ecosistemas naturales y las poblaciones que habitan la Tierra, hoy y en el futuro. En el presente, ha quedado claro que es urgente escuchar tanto al planeta, que gime y se queja en tantos fenómenos extremos, como al llanto y la desesperación de tantas personas que, de un momento a otro, lo pierden todo o dejan de tener condiciones de supervivencia porque su tierra se ha vuelto inhóspita.
Hoy, de hecho, la crisis climática, la guerra y la crisis económica parecen nubes oscuras enquistadas que, aunque no nos golpeen directamente, desestabilizan nuestro modo de vida y nos provocan, cuando menos, aprensión. Pero también han sacudido a muchas personas que seguían «distraídas». El sistema terrestre(1), que reúne las condiciones que hacen posible nuestra existencia, sufre múltiples desequilibrios que la especie humana ha provocado y su sostenibilidad no está garantizada.
No podemos seguir actuando como si no existieran límites al progreso o a los recursos de que se puede disponer. Esa irresponsabilidad se combina a menudo con una codicia desmedida, con el agravante de que aumenta la brecha de las desigualdades, en la que unos pocos se apoderan de los recursos que poblaciones enteras necesitan para alcanzar unas condiciones de vida dignas (LS, cap. III).
Se ha hablado mucho de todas estas cuestiones, pero es necesario ser coherente. Ya es hora de actuar. Uno de los primeros pasos —imprescindible— es frenar el consumismo que genera tanto despilfarro; antídotos eficaces son aprender a saborear la sobriedad, prescindir de lo superfluo y descubrir la alegría de compartir, pero no sólo lo que no queremos, sino hasta lo que el receptor necesita o desea.
Nos enfrentamos a enormes desafíos y la situación es desalentadora, pero volvamos a Laudato Si’: «El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (LS 13).
«Cuidar» es tarea de todos, empezando por aprender otra forma de habitar la Tierra y vivir la amistad social, en la línea de Fratelli Tutti(2). Es necesario profundizar en la teología de la creación y en una espiritualidad ecológica de conversión individual y comunitaria. Queda mucho por hacer para globalizar la solidaridad, para fomentar las relaciones de proximidad, ampliando nuestros círculos para incluir los márgenes y las periferias, hasta que nadie se quede fuera.
Existen algunas propuestas que abren caminos para que no nos quedemos mirando la vida desde el balcón, para convertirnos en protagonistas del cambio, como retó el papa en la Jornada Mundial de la Juventud de 2013 en Río de Janeiro.
La Plataforma de Acción Laudato Si’ (https://plataformadeacaolaudatosi.org/), una iniciativa del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, propone una estrategia orientada hacia siete Objetivos Laudato Si’, haciendo un llamamiento a siete sectores diferentes para que tomen medidas concretas para proteger la casa común. El Papa Francisco, al final del Año Laudato Si’ en mayo de 2022, nos invitó a movilizarnos en la Plataforma (ver https://casacomum.pt/papa-francisco-propoe-a-plataforma-laudato-si/), que ha creado una serie de medios, incluyendo guías y otras herramientas, para desarrollar Planes de Acción que propicien el cambio (ver https://plataformadeacaolaudatosi.org/sobre/).
La Economía de Francisco moviliza a jóvenes de todo el mundo para poner la economía al servicio de las personas y las sociedades. En septiembre de 2022, el encuentro que finalmente tuvo lugar en Asís reunió a un millar de jóvenes de 120 países, que se comprometieron con el presente y el futuro, plasmados en el Pacto por la Economía (véase https://economiadefrancisco.org/index.php). Es un documento que realmente «trae esperanza», como diría Manuela Silva.
El Pacto Mundial por la Educación (véase https://www.educationglobalcompact.org/resources/Risorse/vademecum-espanol.pdf) pretende que la educación oriente hacia «una cultura integral, participativa y poliédrica». Todo empezó en 2019, cuando el papa Francisco llamó a reflexionar sobre cómo se estaba construyendo el futuro.
Su mensaje puede leerse en español en https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2019/documents/papa-francesco_20190912_messaggio-patto-educativo.html y verse en https://www.youtube.com/watch?v=zfi9Xp4rOxE (en italiano, con subtítulos en español). Y aquí también se proponen siete compromisos para implicar a toda la sociedad.
No faltan propuestas de caminos y acciones y todos podemos elegir, porque el cambio que hay que hacer es responsabilidad de todos y necesita del talento de todos. Al fin y al cabo, el Creador quiere seguir contando con nosotros para cuidar la casa que nos dio y a todos los que la habitan.
Red Cuidar nuestra casa común
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
(2) https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html
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