“Sálvame, Señor, por tu misericordia”
Jer 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28.
Nuestra oración a menudo nos encuentra pidiendo lo que queremos, caprichos egoístas, muchas veces. Al crecer en la conciencia de la Presencia de Dios en nosotros, nos damos cuenta de que Dios nos quiere para algo más grande. Puede parecer que se nos solicita dejar a un lado nuestros pedidos; pero pronto nos damos cuenta de que nada de lo que realmente queremos le es indiferente a nuestro buen Dios.
San Juan de Dios nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550. De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven y su padre murió como religioso en un convento. En su juventud trabajó como pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba, quien le propuso que se casara con su hija y así quedaría como heredero; pero él decidió permanecer libre de compromisos económicos y matrimoniales pues deseaba dedicarse a labores más espirituales. Fundó la Orden de los Hospitalarios.
Señor, ayúdame a saber más claramente lo que debo hacer y lo que es mejor dejártelo a ti.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta L., CM
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