La Biblia dice que no recibimos porque no pedimos. La Cuaresma es un buen momento para volver a recuperar el hábito de la oración, buscando un lugar tranquilo, rechazando todo lo que nos distraiga, y pidiendo que sea Dios quien dirija nuestras vidas. Santa Catalina Labouré es uno de nuestros grandes modelos vicencianos en la oración: de entregarse por completo a la providencia de Dios, y escuchar con atención la voluntad de Dios (sea esta cual sea).
«Cada vez que voy a la capilla, me pongo en presencia de nuestro buen Dios, y le digo: ‘Señor, aquí estoy. Dime lo que quieres que haga’. Si él me da una determinada tarea, estoy contenta y se lo agradezco. Si él no me da nada, también se lo agradezco, pues seguramente no merecía recibir nada más. Entonces le cuento a Dios todo lo que está en mi corazón. le hablo de mis dolores y alegrías, y después escucho. Si escuchas, Dios también le hablará, pues, con el buen Señor, debes tanto hablar como escuchar. Dios siempre te habla cuando te acercas sencilla y llanamente».
«Mis ovejas oyen mi voz; y yo las conozco, y me siguen» (Juan 10, 27).
El folleto adjunto, del P. Jim Osendorf, C.M., es un tríptico imprimible: La historia de Santa Catalina Labouré y la Medalla Milagrosa.
Descarga el PDF
0 comentarios