El valor del miércoles de Ceniza para los misioneros

por | Feb 22, 2023 | Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

Me gustaría iniciar nuestra reflexión con esta pregunta: ¿Qué valor tiene el Miércoles de Ceniza para los misioneros? Conocer el valor del Miércoles de Ceniza, es para los misioneros una oportunidad ideal para actuar en base a él, obra de forma justa y positiva para él mismo y para los demás. En la Tradición de la Iglesia Católica, el Miércoles de Ceniza inicia el Tiempo de Cuaresma: “camino de la santidad que nos conduce al Cristo Pascual.” Es un camino que han de recorrer todos los misioneros. Puesto que el destino final de todos los misioneros es llegar al Cristo Pascual, Evangelizador de los pobres. Desde esta perspectiva, aparece el primer valor de este día que es, conducir a los misioneros a celebrar la Santa Pascua. Es decir, celebrar el paso “de este mundo que pasa al mundo del Padre que no pasa” (San Agustín). A través de este día también, la Iglesia como Madre de los misioneros recuerda que: “somos poca cosa, frágiles, y que no podemos sentirnos orgullosos, ni tener odios, ni egoísmos”, ya que “somos polvo y al polvo volveremos” (Gn 3,19s). Volver al polvo en este caso, expresa la precariedad y la transitoriedad del ser humano. Enuncia, además, su situación de pecadores. Es “el hombre-polvo”, es decir “el hombre que se ha alejado de Dios, que se opone a Dios, da la espalda a su propio ser y se condena a la nada.” Pero, hay que reconocer que, el valor de este día no está únicamente en recordar a los misioneros su condición de “hombre-polvo,” sino del mismo modo, les dice que no todo está perdido. Existe la posibilidad de volver a Dios. Están ante una cita. La cita con la oración, con el amor fraterno y con el ayuno.

Siendo convocado ante la eternidad, san Vicente no sólo respondía favorablemente a la cita de Dios, sino además, invitaba a sus misioneros a hacer de sus vidas una cita. La cita con la oración, con el amor fraterno y con el ayuno. Para san Vicente, la oración era todo. Con ella, todo era posible: “la fatiga será dulce y todo trabajo resultará fácil, el fuerte aliviará al débil, y el débil amará al fuerte y le obtendrá de Dios mayores fuerzas; y así Señor, tu obra se hará a tu gusto y para la edificación de la Iglesia, y los obreros se multiplicarán, atraídos por el olor de tanta caridad” (III, 234). Y más tarde, dirá a sus misioneros: “gracias a la oración nos vienen todos los bienes” (XI, 285). San Vicente era partidario de que todo debería nacer de nuestra oración. Incluso el amor fraterno que consiste en servir al hermano con respeto, con cordialidad, con dulzura, y con devoción, porque representa para nosotros a la persona de nuestro Señor (cf. IX, 916). San Vicente para hablar del ayuno, se refería a la mortificación como un medio: “para un equilibrio evangélico, para la vida fraterna y, sobre todo, para la evangelización y el servicio de los pobres.” No vacilaba en recordar que la mortificación antes de todo es una exigencia de la caridad. Es compartir, es comunión con el sufrimiento de los pobres. Para un misionero, vivir en libertad significa: mortificar sus pasiones, puesto que es propio de la mortificación dar descanso al alma (cf. IX, 877).

El Miércoles de Ceniza tiene otro valor, porque indica a los misioneros lo que Dios espera de ellos. ¿Qué espera Dios? ¡Conversión, cambio de vida, vuelta a comenzar! Ya que, como misioneros, en ocasiones, nos hemos equivocado. Hemos perdido el camino de la vida y del Reino. Hemos comprometido incluso a los demás en nuestros pecados. Por tal razón, este día es para ponernos de nuevo a la puerta. Volver a Dios, volver a ser el misionero que san Vicente espera de nosotros: consagrados enteramente a la salvación de las gentes del campo, para el bien corporal y espiritual de los pobres (cf. I, 122-123). Misioneros que se pongan de corazón en las manos de Dios para trabajar y asistir a los pobres del campo que nos están esperando (cf. XI, 316-317); seguidores de Cristo, Misionero del Padre y Evangelizador de los pobres que  procuren dedicarse con afecto a servir a los más humildes, que son los preferidos de Dios (cf. XI, 273). Realmente, en este día, Dios nos espera para inclinarse sobre este polvo que somos, para darle el aliento de vida. Así nuestra “nada” es tocada por la plenitud divina. Y de nuestra nada salta una chispa de vida. La cita, pues, con el Miércoles de Ceniza es fundamentalmente la cita con la Vida.

En efecto, siendo la cita con la vida, el Miércoles de Ceniza se convierte para los misioneros en una nueva oportunidad para reflexionar sobre la exhortación de San Pablo a los gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” (Ga 6,9-10a). Hoy más que nunca, necesitamos hombres y mujeres de bien. Misioneros más generosos que asuman este día como “un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha.” Pero, San Pablo afirma: “A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa” (2 Co 9,6). Sembrar en la humanidad la semilla del bien. Pero, esta invitación a sembrar el bien “no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda.” (Papa Francisco, 2022). Que los misioneros se hagan sentir más donde se encuentren. Sin olvidar que “en Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún cansancio generoso.” (Evangelii Gaudium, 279).

Este día, por último, es para los misioneros una ocasión ideal más para llevar “la fragancia de Cristo al mundo.” (2 Co 2,15). Que sean portadores de la fragancia de Cristo en el mundo. En la actualidad, nuestro mundo necesita percibir en nosotros los misioneros el olor de Cristo que deleita el sentido del olfato. Linda tarea para este día: “ser fragancia de Cristo.” Misioneros no nos cansemos de “ser fragancia de Cristo” insiste el Papa Francisco (2022): “Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás.” Pero para ser fragancia de Cristo, tenemos que “orar siempre sin desanimarse” (Lc 18,1) y volver a la fuente del carisma que nos sedujo y nos dejemos seducir.

Jean Rolex, CM
Fuente: https://cmglobal.org/

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