¿Te sientes identificado con alguna de estas citas?:

• «La imaginación… es una vista previa de las próximas atracciones de la vida» (Albert Einstein).
• «La imaginación a menudo nos lleva a mundos que nunca fueron. Pero sin ella no vamos a ninguna parte» (Carl Sagan).
• «La imaginación es el principio de la creación. Imaginas lo que deseas, quieres lo que imaginas, y al final creas lo que quieres» (George Bernard Shaw).
• «Es hora de empezar a vivir la vida que has imaginado» (Henry James).
• «Nada limita tanto el logro como el pensamiento pequeño; nada amplía tanto las posibilidades como una gran imaginación» (William Arthur Ward).
• «El conocimiento es limitado. La imaginación rodea el mundo» (Albert Einstein).
• «Desearía brazar rodear el mundo con una red de caridad» (Federico Ozanam).

Tengo la sospecha de que algunos lectores nunca irán más allá de una u otra de estas intuiciones.

Pero observemos la imaginación de Dios y la imaginación de san Vicente de Paúl.

La imaginación de Dios

Imaginación – «capacidad de ver algo que otros no ven o que aún no existe». Diccionario.

Dios

• Ciertamente, Dios ve mucho más de lo que nosotros podemos ver.
• La imaginación de Dios: la capacidad de ver lo que «ojo no vio ni oído oyó».
• Dios compartió el don de la imaginación con nosotros. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.

Dios fue aún más lejos

• Dios compartió su propia imagen y semejanza en la persona de Jesús.
• El Verbo hecho carne nos mostró lo que Dios imaginó para nosotros.

La imaginación de Vicente de Paúl

Me he dado cuenta de que Vicente leía los Evangelios con imaginativamente.

A los 30 años pareció aprender a «entrar en las Escrituras». Se situaba en cada historia que leía. Se imaginaba a sí mismo como cada persona de la historia.

A través de este proceso, Vicente aprendió a imaginar como Dios/Jesús imaginaba. Aprendió a leer los signos de los tiempos.

Vicente empezó a imaginar como Dios. Se «puso la mente de Cristo».

Vicente imaginó un mundo en el que todos se amaban como hermanos y hermanas, incluso, y especialmente, los marginados.

Con la mente de Cristo, se atrevió a plantear lo que hoy llamamos la pregunta vicenciana: «¿Qué hay que hacer?»

La «imaginación» de Vicente le llevó a transformar su mundo

La mayoría de sus contemporáneos aceptaban su mundo como «tal como era».

Sin duda, él vio la enorme desigualdad social, la polarización de los campesinos y el poder. Sobre todo vio la resignación y el aferramiento al statu quo.

Pero Vicente aún vio más. Vio que había algo que no estaba bien enfocado. Lo sintió, sobre todo, cuando comparó la realidad sobre el terreno con la visión y la misión de Jesús llevando la Buena Nueva a los Pobres.

Con Dios y el Verbo hecho carne, se atrevió a imaginar un mundo en el que las personas se cuidaran unas a otras… lo que había que hacer para llevar la «buena noticia» a los que sufren.

Con claridad de miras, también reconoció que él era sólo una persona. En su «imaginación de Cristo», también vio al clero, a los laicos y a las mujeres unidos en la visión de Dios.

Con esta imaginación, dio forma a los supuestos «influenciadores» de su época, los clérigos, y aprovechó recursos previamente no reconocidos para el ministerio: los laicos, especialmente las mujeres.

Inspiró a éstas para que imaginaran la dignidad de hermanos y hermanas.

Sus seguidores también se preguntan hoy «¿qué debo hacer yo?» por mi hermana y mi hermano necesitados.

Hoy podemos perdernos fácilmente preguntándonos: «¿Qué puedes hacer tú?». Sin embargo, siempre encontraremos nuestro camino si nos hacemos la pregunta que Madame De Gondi le hizo a san Vicente hace 400 años. «Hay que hacer algo; ¿qué debo hacer yo?».

Saber que hay que hacer algo y tener el valor de imaginar. Eso es vivir la imaginación de Dios, de Jesús y de san Vicente.

¿Nos atrevemos a imaginar?

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk