Fue en la misa de 1974 cuando escuché por primera vez el Himno Nacional Afroamericano «Lift Every Voice and Sing» [Elevad vuestras voces y cantad], un poema escrito por James Weldon Johnson en 1899 para conmemorar el cumpleaños de Abraham Lincoln y al que, más tarde, puso música su hermano John Rosamund Johnson. En 1980, el himno fue el canto procesional de mi profesión perpetua de votos en la fiesta del Corpus Christi:

Elevad todas las voces y cantad, hasta que resuenen la tierra y el cielo,
resuenen las armonías de la libertad;
que nuestro júbilo se alce alto como los cielos que escuchan,
que resuene fuerte como el mar ondulante.

Cantad una canción llena de la fe que el oscuro pasado nos ha enseñado.
Cantad una canción llena de la esperanza que el presente nos ha traído.
Frente al sol naciente, de nuestro nuevo día comenzado.
Marchemos hasta alcanzar la victoria.

Dios de nuestros años cansados, Dios de nuestras lágrimas silenciosas,
Tú que nos has traído hasta aquí por el camino;
Tú que con tu fuerza nos has conducido a la luz,
te rogamos que nos mantengas siempre en tu camino.

Que nuestros pies no se desvíen de los lugares, oh Dios, donde Te encontramos;
que nuestros corazones, llenos del vino del mundo, no Te olviden;
que permanezcamos para siempre bajo la sombra de Tu mano,
fieles a nuestro Dios, fieles a nuestra tierra natal.

En 1974 Dios me llamó a servir al pueblo de Dios de la Iglesia de San Clemente Papa, una parroquia afroamericana situada cerca del aeropuerto Kennedy de Nueva York. Fui conducida a la familia de fe que continúa formándome en la Hermana de la Caridad que Dios me ha llamado a ser.

El primer día que recé en una iglesia —que había sido totalmente remodelada para reflejar la cultura africana de la comunidad de fieles— me quedé asombrada. Fui recibida por la Sra. Josephine Guy, con calidez y entusiasmo, y 48 años después Jo es alguien que sigo guardando como un tesoro en mi vida. Jo era una líder natural entonces y ahora es una anciana venerada. Me anima y me inspira a ser como ella: una mujer del Evangelio y testigo de la Verdad.

En 1946 Jo comenzó su carrera como Secretaria Principal del Departamento de Asuntos del Consejo de Seguridad en la planta 35 de las Naciones Unidas en Nueva York. En la ONU, Jo trabajó y al mismo tiempo ayudó a construir un testamento tangible del gran don de Dios que es la diversidad humana. Vivió su vida para que este don fuera apreciado, trasmitido y alimentado. La llamada continua y desafiante a ver y escuchar a todas las personas como el Cuerpo y la Sangre vivos de Jesucristo es reverenciada y expresada por ambas hasta el día de hoy.

Gracias a la bendición de Jo en mi vida, formo parte de todo corazón de los coros de todas partes que cantan con renovado fervor «¡Elevad todas las voces y cantad!»

Sor Susan J. Smolinsky, SC
Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Halifax