“Si los despido en ayunas, desfallecerán por el camino”
Gén 3, 9-24; Sal 89; Mc 8, 1-10.
En el evangelio de hoy Jesús da de comer a cuatro mil personas, a partir de siete panes y “unos pocos pescaditos” que traía por ahí alguien y que puso en las manos de Jesús.
El milagro de la multiplicación de los panes, en todas sus versiones, nace en el corazón sensible de Jesús, que se compadece al ver a la multitud hambrienta. Luego viene el llamado de Jesús: ¿Tienen algo que puedan poner en mis manos? Una vez puesta en sus manos la minúscula ofrenda, Jesús la bendice, la parte y la va entregando a todos ya multiplicada y abundante.
Encuentro en todo ello un bello signo y un profundo llamado para mí, para todos: En el mundo las necesidades son muchísimas (pobreza, tristeza, soledad, enfermedad, violencia, abusos) pero lo poco, poquísimo que yo soy, que yo tengo, que yo puedo hacer por un hermano necesitado, si lo ofrezco con un corazón conmovido y solidario como el de Jesús y lo pongo en sus manos y, desde esas manos generosas de Jesús lo ofrezco a quien lo necesita, el Señor hará que eso poco se multiplique y se enriquezca y llegue a mi prójimo rico y abundante; porque el Señor bendecirá lo poco que comparto en favor de los demás. Y me bendecirá a mí también.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, CM
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