Deleitar a la tierra y alumbrar al mundo

por | Feb 2, 2023 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es la luz grande que brilla sobre los que andan en tinieblas.  No deja él de deleitar a los que moran tristes en tierra de sombra.

Cual la sabiduría de Dios, juega Jesús en la tierra y se deleita con los humanos (véase Prov 8, 31).  Y, por supuesto, que esté él con nosotros esto quiere decir también que él no nos puede sino deleitar.

Y no nos deja de deleitar por esta razón básica:  pasa por todas partes para enseñarnos, predicarnos la Buena Noticia del reino, y curarnos.  Queda claro que no vive él para sí mismo, sino para nosotros.

No, Cristo no se complace; más bien, nos trata de complacer, deleitar, a nosotros.  Aunque es Dios y digno de nuestro servicio, no alardea de ser Dios; se hace esclavo de todos.  Y no le basta con servir, da su vida también para rescatarnos.

Claro, a los que nos decimos discípulos nos toca hacer nuestra la forma de ser del Maestro.  No hemos de deleitarnos a nosotros mismos, sino deleitar a los demás.  Para ellos tenemos que vivir, no para nosotros mismos.  Y a esto apunta también el dicho de que somos la sal de la tierra y la luz del mundo

La sal no es para sí misma.  Solo al mezclarse con los alimentos, para preservarlos y darles sabor, se da a conocer veraz su razón de ser.  No vale la sal que no se usa, por muy bien que se guarde en un lindo salero o frasco.

Y la luz que deja de alumbrar no resulta útil.  Por lo tanto, no se tapa con un cajón una lámpara encendida.  La hay que poner, más bien, en el candelero o en un lugar alto, para que se alumbren los que se hallan en las tinieblas.  No, la luz no es para sí misma.

A los que somos la Iglesia se nos llama a deleitar y alumbrar a los demás.

A la Iglesia, —la somos los cristianos—, se le manda, sí, salir de sí misma.  Los discípulos no hemos de escondernos en una casa con las puertas cerradas por miedo de un tipo u otro.  Lejos, por lo tanto, de nosotros que seamos cual los caracoles que tienen miedo de salir de sus conchas (SV.ES XI:397).

De verdad, el Enviado del Padre nos envía y nos da el Espírtu Santo.  Quiere Jesús que salgamos a deleitar a la tierra y a alumbrar al mundo.  Y que contagiemos las bienaventuranzas a los demás para disfruten ellos del gozo y la luz de la Buena Noticia.

En otras palabras, nos toca ser una «Iglesia en salida», a la que se le llama a esto:  «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias».  A los lugares donde hay pobres y no hay gozo ni luz de la Buena Noticia (EG 20, 24).

Hay que salir, sí, de la propia comodidad.  Después de todo, hemos de encarnar el Sermón de la Montaña.  Y no hay dicha y gloria de verdad donde no se entrega el cuerpo y no se derrama la sangre.  Donde no se decide ignorarlo todo, a excepción de Jesucristo en la cruz.

Señor Jesús, nos quieres sal de la tierra y luz del mundo; concédenos deleitar y alumbrar a los demás.

5 Febrero 2023
5º Domingo de T.O. (A)
Is 58, 7-10; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16

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