Nuestro grupo justicia social de la Familia Vicenciana ha estado dialogando sobre el racismo sistémico en América del Norte durante este último año, y su efecto sobre la dignidad y la igualdad en los derechos humanos de todos y el deseo de vivir y participar en el bien común. El cambio sistémico requiere una transformación personal en la forma de pensar sobre un tema como el racismo. ¿Cómo podemos abordar cada uno de nosotros esta necesidad de cambio? ¿Qué papel desempeña nuestra fe en este esfuerzo? ¿Podríamos empezar por entender que la inacción es complicidad?
Empecemos por ser conscientes de la presencia de Dios.
Tomar conciencia de la presencia de Dios, sentir su amor y su compasión. El amor de Dios por la creación es universal, incluyendo a los oprimidos y marginados. Observa el amor de Dios por la creación en las comunidades de color, especialmente en este momento en el que los afroamericanos claman por la justicia. Pregúntate a ti mismo: ¿Cuándo no he notado o respondido a las necesidades de mis hermanas y hermanos de color? ¿He hecho la vista gorda ante la injusticia racial? ¿De qué manera mi conformidad, o mi inacción y mi sentido del miedo contribuyen directa o indirectamente a mantener esta estructura?
Revisa tu participación en los sistemas de racismo.
Revisa tus acciones y pensamientos, prestando atención a cómo se manifiesta el racismo o el privilegio. Nuestras acciones se guían a menudo por nuestros intereses o prejuicios personales, lo que puede perpetuar el daño. A veces vemos la injusticia pero decidimos abstenernos de actuar.
Examina tus emociones.
Al revisar el tema del racismo, presta atención a tus sentimientos. ¿Cuáles son tus sentimientos? Puede ser difícil enfrentarse a los privilegios de los blancos y al racismo. Acepta sentirte incómodo al sentir la difícil situación de tus hermanas y hermanos de color y reconoce cualquier conformidad en este sufrimiento. Reza para que te guíen y recuerda que tenemos la oportunidad de transformarnos a través del amor y la compasión de Dios.
Mira hacia adelante.
El entorno tiene mucho que ver con la forma en que nos relacionamos unos con otros, pero la simpatía al problema de las personas de color no es suficiente para ser antirracista. El antirracismo requiere una formación activa y un aprendizaje continuo sobre el racismo sistémico.
Pregúntate a ti mismo:
- ¿Cómo puedo aprovechar mi situación de privilegio para desarraigar el racismo sistémico?
- ¿Cómo puedo utilizar mi situación de privilegio para hacer sitio a las comunidades de color?
- ¿Cómo puedo utilizar mi situación de privilegio para abrir espacio a la transformación hacia un amor más profundo al que Dios nos llama a todos?
0 comentarios