“Para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan“
Is 8, 23-9; Sal 26; 1 Cor 1, 10-13. 17; Mc 4, 12-23.
La enseñanza del Señor, según relata el Evangelio, ha sido primordialmente en forma de parábolas. Mediante estas comparaciones logra acercar el misterio de Dios y su Reino a la experiencia cotidiana de quienes lo escuchan. De hecho, era una característica del modo de hablar de las personas de aquella cultura oriental, aunque no exclusiva de esa época. En Occidente en cambio, floreció el pensamiento filosófico centrado en la razón como vía de acceso al conocimiento y explicación del mundo.
Por ello talvez nosotros necesitamos dar más vueltas sobre el texto, imaginarnos y profundizar sobre cada elemento de una parábola. No es que sean contrarias a la razón, ni mucho menos, incluso ponen a pensar sobre aspectos trascendentes de la vida, el trabajo, las relaciones interpersonales, la conducta, la cercanía con Dios…
En este sentido piden disposición del oyente, piden sencillez de corazón, no sólo para entenderlas, que sería el primer nivel, sino para implicarnos en su dinámica narrativa. De lo contrario guardarán con celo el mensaje que contienen.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez M., CM
0 comentarios