“No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”
Hb 4, 12-16; Sal 18; Mc 2, 13-18.
Este es un aspecto relevante en la misión del Señor, y es, también, un modo de tomar distancia de aquellas visiones que entienden que solo quien está en gracia puede acercarse a Dios. Esta forma de comprensión deja de lado el poder curativo que tiene el Señor en la vida de quien le recibe.
Es verdad que hay muchas personas que se esfuerzan por llevar una vida justa, pero es la presencia del Señor quien da fuerza y consistencia a todo ese trabajo. Y en la mayoría de casos, es Él quien echa a andar tales caminos. Parece que Leví no tenía en sus planes girar su vida en otra dirección a la que llevaba. Pero cuando el Señor se acerca muy a su estilo, en la mesa, algo grande sucede. Eso también le sucedió a Zaqueo y a otros muchos que sólo son nombrados como “publicanos y pecadores”.
Siguiendo esta línea podemos decir, entonces, que es por la presencia del Señor que podemos dar consistencia y continuidad a nuestros actos de justicia y de caridad. Que el Señor ha venido al mundo porque en verdad le importamos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
11Autor: Emmanuel Velázquez M., CM
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