Contemplar al niño acostado en el pesebre

por | Dic 22, 2022 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el Salvador, el Mesías, el Señor.  Para conocerlo y recibirlo, hemos de contemplar primero al niño acostado en el pesebre.

Se puede suponer que los pastores no soportan contemplar el resplandor que los envuelve.  Es que se llenan ellos de gran temor.

Pero al momento, se les tranquiliza a elllos, y se les da la buena noticia del nacimiento del Salvador.  Tal noticia no es solo para ellos, sino para todo el pueblo.

Y nace ese Mesías y Señor en Belén, la ciudad de David, la más pequeña de las ciudades de Judá.  Con esto quizás se les da a entender a los pastores que Dios elige a los pequeños.

De hecho, él se escogió a David.  Lo sacó de andar tras las ovejas y lo designó jefe de Israel.  Y su escogido era el más pequeño de los hijos de Jesé.

No, Dios no mira al igual que los hombres.  Nos fijamos en las apariencias; él se fija en el corazón.  Es por eso que no deja de contemplar la pequeñez de los pastores, de poner sus ojos en ellos.  Por lo tanto, los elige para ser los primeros en oír la Buena Nueva.  En contar luego, para sorpresa y admiración de los que les escuchan, lo que han oído decir del niño.  Y en ver, también luego, que todo lo es tal y como se les acaba de oír y decir.

Hallan, sí, los pastores a María y a José y al niño acostado en el pesebre.  A éste, seguramente, no lo pueden sino contemplar.  ¿Es él, de verdad, el Salvador?  ¿Cómo es que no comparta él la grandeza del emperador Augusto o de Cirino, gobernador de Siria?  El niño, que es el Mesías y Señor, es más bien uno de ellos, los pastores, se siente en casa con los pobres.

Contemplar al niño acostado en el pesebre

Nos toca ser como los pastores.  Pues si no, se nos aplicará de modo apropriado el texto:  «Vino a su casa y los suyos no lo recibieron».  Es decir, tenemos que ser de los humildes y desechables que tiemblan con reverencia al oír a Dios hablar.  Alegres y prestos, hemos de ir corriendo también para encontrarnos con el Salvador y darlo a conocer a los demás.  Pero primero que nada lo tenemos que contemplar en su humillación y abnegación.

No, no se puede contemplar al acostado en el pesebre como a un jefe de los pueblos que los tiraniza.  El que se acuesta en el pesebre no puede sino ser el más pequeño de todos y el más débil.

Se nos presenta también él cual alimento.  Sí, el niño en el pesebre más tarde nos dará su cuerpo como comida y su sangre como bebida.  No le servirán, sino servirá, y dará su vida para salvarnos.

Señor Jesús, reflejo de la gloria de Dios e impronta de su ser, te acuestas niño en el pesebre.  Concédenos verte cara a cara, y captar que eres, en persona, la gracia, la bondad y el amor de Dios, el cual nos busca y no nos abandona.  Haz también que te logremos contemplar, «con las luces de la fe», y servir en la persona de los pobres (SV.ES XI:725).

25 Diciembre 2022
Natividad del Señor
Noche:  Is 9, 1-6; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14 * Aurora:  Is 62, 11-12; Tit 3, 4-7; Lc 2, 15-20 * Día:  Is 52, 7-10; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

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