Desde el Centro de Liturgia de Notre Dame fui invitado a escribir una serie de reflexiones para su calendario digital de belenes de Adviento y Navidad para 2022 (https://mcgrath.nd.edu/events/creche-exhibit/). El Centro me enviaría la imagen de un belén de algún lugar del mundo, y yo escribiría un pequeño ensayo (100-150 palabras) sobre la obra de arte. Les dije que sí y me enviaron la imagen de un belén de Suiza. La publicación de los belenes y sus reflexiones comenzó el primer domingo de Adviento y desde entonces han llegado a diario.
He estado contemplando las escenas y leyendo la explicación. Me ha ofrecido una auténtica oportunidad para aprender. Sé que se pueden imaginar distintas maneras de plasmar la escena navideña, pero no había intentado compararlas seriamente. Este año, he estado prestando una atención deliberada a cada una de ellas mientras leía los ensayos breves (me encanta el de los amish, con las colchas y con María y José ataviados con el tocado apropiado; me atrae el japonés, con su carácter cultural y su sencillez). Abundan ideas magníficas sobre las escenas y su contexto.
Lo que más me ha llamado la atención, sin embargo, es el número de personas que hay en el establo. En la mayoría de las escenas (¿en todas?) hay poca gente en el pesebre. Sin embargo, todos conocemos la frase de Lucas: «Y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7).
No puedo imaginarme que María y José fueran los únicos que acabaran en este establo. Me los imagino rodeados de pobres que se encuentran en una situación similar. Ese pensamiento me hace pensar que la escena cambia de perspectiva. Si tuviera que diseñar una escena de pesebre vicenciano, ¿cómo la representaría? (¿Cómo lo harías tú?)
Me imagino muchos personajes en el establo —no sólo magos y pastores, ángeles y animales—, sino otros viajeros que han tenido que moverse por el censo y que han buscado refugio para pasar la noche. ¡Tal vez el establo rebosaba de gente en esas circunstancias! Así, la escena adquiere una nueva dinámica. Veo a mujeres experimentadas ayudando a María a dar a luz; le habrían dicho lo hermoso que era su bebé; las que tenían algo podrían sentirse especialmente inclinadas a compartirlo con la nueva madre y su hijo; los consejos fluirían libremente. Se formaría una comunidad, quizá más unida a causa del nacimiento: una experiencia común de vida, esperanza y belleza. Todos habrían querido abrazar a Jesús para sentir su calorcito y su suave aliento. La gente reconocería el milagro natural en medio de ellos, aunque pocos se darían cuenta de la magnitud del milagro.
¿Te parece razonable? ¿Te imaginas la Natividad de esta manera? ¿No habrían acogido los pobres a uno de los suyos? Tal vez los ángeles que rodeaban el pesebre venían con otros ropajes.
Sí, creo que muchas de nuestras mejores actitudes durante la Navidad se deben al hecho de que formamos comunidades: las familias se reúnen, los amigos van juntos a obras de teatro y conciertos, los hombres y mujeres creyentes adoran con un solo corazón. Por estas razones, me parece tan natural imaginar el Belén lleno de gente y de posibilidades. Al dar cabida a los demás en nuestras vidas y corazones, facilitamos la creación de una comunidad. Nos une como familia y también con los que pasan necesidad.
Así pues, permítanme invitarles en este tiempo de Adviento a reflexionar sobre la importancia de la comunidad y, en particular, de una comunidad que se reúne en torno a Cristo. Su amor de niño recién nacido profundiza nuestra conexión humana; realza la imagen de una escena de pesebre para nosotros hoy.
Puede que no haya sitio en la posada, pero hay sitio para nosotros en el establo y en torno al pesebre como Familia Vicenciana.
0 comentarios