“Yo tengo un testimonio que vale más que el de Juan”
Is 56, 1-3. 6-8; Sal 66; Jn 5, 33-36.
Juan el Bautista da testimonio de Jesús, pero el verdadero testimonio de Jesús son las obras que él hace. Él actúa como el Dios presente en medio de su pueblo.
Hoy, dos mil años después, también nosotros estamos invitados a ser testigos de la luz. Si Juan es testigo de la luz y esto trajo alegría (al menos temporal) a los judíos, hoy también nosotros debemos ser promotores de que los demás tengan el gusto de alegrarse con esa luz que es Jesús. Por lo tanto, debemos ser siempre como lámparas que están ardiendo, comunicando esa luz que cada uno de nosotros ha recibido en el bautismo pero que en algunos parece que se está apagando.
Y esta luz, queridos amigos, no es otra cosa que nuestras buenas obras. Así como Jesús da testimonio con las buenas obras que hace, así también nosotros debemos dar testimonio de ser verdaderos discípulos a través de buenas obras para con los demás. Pues, así como un árbol se le reconoce por sus frutos, nuestra fe será reconocida por los frutos de santidad y de bondad que ofrezca.
Despertemos pues a la gracia y aprovechemos este tiempo de Adviento para ser luz en medio de la oscuridad, en el desierto de nuestras vidas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alonso Palafox Tejeda
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