Pobre es el que no tiene bienes suficientes para mantener su condición social. El gobierno francés ya en el siglo XVII sentía la obligación de ayudar a los necesitados. En muchas ciudades nombraban Comisarios de los pobres, creaban las Oficinas de los pobres e imponían un impuesto a los burgueses en favor de los pobres; se pedía en las parroquias para los pobres y se construían Hospitales Generales para encerrar a todos los pobres que pedían limosna achacándoles los asesinatos que sucedían por las noches o en lugares solitarios. Pero para los cristianos los pobres son miembros de Jesucristo[1].
En el siglo XVII la sociedad era campesina sus bienes no los componían monedas, sino tierras laborables o pastizales. Estas tierras, por lo común, era feudos. Es decir, sujetas a un contrato, por el cual los soberanos y los grandes señores cedían sus tierras para que las explotaran campesinos humildes, que se obligaban a guardar fidelidad de vasallo al donante. Los nobles generalmente entregaban sus tierras a los campesinos a perpetuidad, mediante un censo insignificante, y el posesor se convertía en la práctica en propietario con una serie de obligaciones, no pesadas, pero si odiosas: respetar los monopolios de palomares, caza y pesca de los señores. Escasas son las contribuciones pesadas, pero las hay: cuando se vende el campo el señor suele llevarse hasta la sexta parte del precio[2]. Más cómodamente vivían los poseedores de un alodio, tierras libres cuyos propietarios no dependían de nadie, aunque no tenían ningún privilegio. Son escasos, a no ser en algunas regiones, como el suroeste francés[3].
San Vicente de Paúl nació en esta parte del suroeste francés. Su familia no era pobre. Su madre pertenecía a una familia de funcionarios burgueses de la que dependía el señorío de Peyroux en Orthevielle, a unos 20 kilómetros al sur de Dax[4], con una serie de derechos sobre los habitantes y tierras del pueblo, como la justicia, la imposición de su horno, molino, lagar por los que recibían tributos y rentas, al tiempo que se libraban de muchos impuestos. San Vicente dice que de niño pasó aquí muchas temporadas, llevando a pastar el ganado por los alrededores del castillo de Mongaillard a unos tres kilómetros del límite actual del País vasco francés[5]. Fue aquí donde seguramente aprendió el euskera[6]. Un hermano de Bertranda, la madre de san Vicente, Juan de Moras, era abogado en Dax y se había casado con Juana de Saint-Martín, emparentada con la familia Comet, protectores ambos de san Vicente. Los Moras tenían casa de veraneo en Puy, donde Bertranda conoció a Juan de Paúl, padre del santo.
Juan de Paúl era un labrador fuerte con tierras, bosques y ganado[7]. Tenía dos parejas de bueyes, por lo menos, pues si vendió una para pagar los estudios de su hijo Vicente, conservaría otra para cultivar las tierras. Tenía, además, un rebaño de ovejas y una piara de puercos. Por el testamento que hizo san Vicente pocos años después de fundar la Congregación de la Misión se ve que los bienes “paternales y maternales” heredados no eran pocos (X, 99s), dejando a sus hermanos lo que tenía después de haberles dado en 1626 la parte que le tocaba de la herencia paterna: una casa con bosque y tierras[8]. Pero todo labrador estaba en peligro de caer en la pobreza por causas meteorológicas o políticas. Debido a las revueltas de la Fronda los hermanos de san Vicente cayeron un tanto en la pobreza. Para que volvieran a una situación parecida a la de años anteriores, Vicente de Paúl les dio 1000 libras que el señor De Fresne le había dado para ellos. Cantidad igual al sueldo de siete años de un trabajador manual. Con ese dinero -dice Abelly- un familiar compró una pareja de bueyes, otro reedificó la casa, otro deshipotecó sus tierras y otros compraron vestidos y aperos de labranza[9]. Y como toda familia, también la familia Paúl-Moras quiso mejorar su situación social, y escogió a uno de sus miembros para que la hiciera progresar a través del entramado sacerdotal. Se puede decir que Vicente de Paúl pertenecía a una familia autorizada para aspirar a medrar en la escala social o eclesial. Cuando, a los quince años, fue a estudiar al colegio de los franciscanos de Dax, pasó de golpe tres cursos y en sólo dos años se preparó para estudiar teología. Lo cual supone que, de niño, aunque guardara el ganado, tuvo algún profesor particular[10]. Pertenecía a una familia que hoy catalogamos de clase media, como lo fue Jesús, artesano con taller propio y herramientas, y lo fueron los apóstoles: uno, un banquero, otros, armadores de lanchas de pesca con obreros a su servicio, y todos con cultura suficiente para escribir epístolas o evangelios.
Pero Vicente de Paúl desde niño estuvo rodeado de pobres y compadecido de ellos, les daba puñados de harina y a la edad de doce o trece años, después de haber reunido hasta treinta “sueldos” de lo que había podido ganar, cantidad importante en aquella edad en la que el dinero era muy escaso, habiendo tropezado con un pobre, le dio todo su tesoro[11]. Su padre nunca se mostró contrariado. No se sabe si visitó a los peregrinos enfermos del priorato de Pouémartet en el camino de Santiago, a seis kilómetros de su casa, donde era prior un tal Esteban de Paúl, pero es cierto que en 1607 visitó a los enfermos del Hospital de la Caridad de los Camilos. Él mismo lo refiere en el reglamento de la Caridad de Châtillon; las frases sirvientas de los pobres enfermos y nuestros amos y señores, que emplea por primera vez en ese reglamento, parecen tomadas del Reglamento de san Camilo de Lellis, así como el voto de estabilidad y de servicio en los paúles e Hijas de la Caridad. En 1611, siendo capellán de la Reina Margarita, se hace notar por su piedad hacia los enfermos del Hospital de la Caridad que los Hermanos de san Juan de Dios habían fundado en Paris y unos mercaderes le hacen intermediario para entregar a dicho hospital 15.000 libras; en 1613 sigue visitando a los pobres de las tierras de los Gondi y años después a todos los de Francia, Polonia, Madagascar y a los esclavos del norte de África.
Al escapar de la esclavitud llega a Paris en 1609 y por influencia de Bérulle se da a la oración llegando a la contemplación mística, y sale de la Noche mística, al prometer dedicar toda su vida a los pobres. ¿Por qué esta promesa? Porque los pobres estaban siempre dentro de sus entrañas[12]. Desde entonces tendrá como lema: buscad primero el reino de Dios dentro de uno mismo para anunciárselo después a los pobres, pues si falta la vida interior, falta todo (XI, 429). Poco después, en Châtillon descubrirá que toda obra de caridad para que perdure y sea eficaz tenía que ser en equipo. Nunca ya trabajará solo, sino rodeado de buenos colaboradores, Señoras de las Caridades (AIC), misioneros Paúles, Hijas de la Caridad. En Châtillon.
[1] Antoine FURETIÈRE, Le Dictionnaire Universel, 1690, La Haye-Rotterdam; facsímil SNL, París 1978.
[2] Me. Claude de FERRIERE, Nouveau Commentaire sur la Coutume de la Prévôté et Vicomté de Paris, Paris, 1770, títulos I y II.
[3] Roland Mousnier, Los siglos XVI y XVII, Barcelona, 1958; en Historia general de las civilizaciones, vol. IV, p. 171s.
[4] Charles BLANC, “La parenté de Monsieur Vincent” en Bulletin de la Société de Borda, 1960, p. 116s.
[5] Pierre COSTE se equivoca al decir que era Mongaillard, “cerca de Saint-Séver a cincuenta kilómetros de Pouy”, El Gran Santo del Gran Siglo. El Señor Vicente. 3 tomos. Salamanca, CEME, 1990-2.
[6] Luis ABELLY, Vida del Venerable Siervo de Dios Vicente de Paúl, Fundador y primer Superior General de la Congregación de la Misión, CEME, Salamanca 1994, lib. III, cap. XI, p. 162.
[7] Los matrimonios en esta época eran un negocio entre familias. Ver Claude DULONG, La vie quotidienne des femmes au Grand Siècle, Hachette, Paris 1984, ch. II. « Du mariage ».
[8] ANNALES 101 (1936) 704-707
[9] ABELLY, o. c. Lib. III, cap. XIX, p. 745.
[10] Benito Martínez, C.M. “La santidad en san Vicente de Paúl” en Urgencias pastorales de la Familia Vicenciana. XXXII Semana de Estudios Vicencianos, CEME, Salamanca 2007, p. 15s; XI, 580; XII, 295.
[11] ABELLY, o. c. L. I, cp. II, p. 32-33.
[12] X, 25, 574s; IX, 42, 125, 862, 916; XI, 273, 324, 725s; ABELLY, o. c. L. III, cp. XI, p. 629.
P. Benito Martínez, CM
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