“Solamente hemos cumplido nuestro deber”
Tit 2, 1-14; Sal 36; Lc 17, 7-10.
Todos los cristianos estamos llamados, a ejemplo de Jesús, a entregarnos por nuestros hermanos sin esperar recompensa alguna. Tengamos en cuenta que esto solamente lo podemos hacer desde la fe, por eso el servicio que prestemos quedará en lo secreto, y solamente Dios que ve lo secreto sabrá de él. Sin embargo, no debemos olvidar que la entrega a los demás por medio del servicio también tiene sus riesgos, pues puede llevarnos a la soberbia de sentirnos mejores que los otros “que no hacen nada”. Pero si somos honestos y comparamos lo que nosotros hacemos con la entrega de Jesús, veremos que en realidad no hemos hecho gran cosa. Pero otra vez, ¡cuidado!, podemos caer en el otro extremo al pensar: “es tan poco lo que hago, que hacerlo o no hacerlo da lo mismo”, eso nunca nos debe pasar. El Talmud dice: “el que salva una vida, salva al mundo entero”.
Un consejo dado en un momento de crisis a un adolescente, por ejemplo, puede ser la diferencia entre que caiga en las drogas o que siga estudiando; si elige lo segundo, ¡habremos salvado su vida! Señor ilumínanos para que podamos cumplir con nuestro deber de hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alfredo García Rendón
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