Todos nos hemos familiarizado con el imperativo que se ha integrado en nuestro esfuerzo nacional por protegernos los unos a los otros y a nuestro país: «Si ves algo, di algo» [«If You See Something, Say Something» es una campaña nacional estadounidense que busca sensibilizar al ciudadano sobre los signos de terrorismo y los delitos relacionados con el terrorismo, y sobre cómo informar de actividades sospechosas a las fuerzas del orden estatales y locales, nota del traductor]. Se ha difundido en nuestros medios de comunicación y se ha colgado en nuestros muros. Sabemos lo que significa. Entendemos que nos anima a ser responsables de lo que ocurre a nuestro alrededor. Cuando todo el mundo está atento a las situaciones de riesgo, éstas se pueden gestionar mejor. Así mantenemos nuestra seguridad.

Hace poco di una charla sobre Vicente de Paúl a una comunidad parroquial. Conté muchas de nuestras historias en las que Vicente o Luisa se encontraron con una necesidad y buscaron la manera de responder a ella. Los ejemplos son numerosos, ya que se trata de hambrientos, indigentes, enfermos, galeotes, emigrantes y un largo etcétera. Organicé gran parte de mi presentación en torno a la llamada pregunta vicentina: «¿Qué hay que hacer?».  Entonces se me ocurrió que podría parafrasear nuestra frase popular actual en un mantra para Vicente: «Si observas algo, actúa» (en realidad, parece captar también el espíritu del «Buen Samaritano»). La mirada de Vicente se fijaba en todo y respondía fielmente a las necesidades de los que entraban en su mundo. Cuando veía algo, hacía algo. En mi presentación parroquial, empecé a utilizar esta noción para describir el corazón y las manos de Vicente.

Esta orientación me ha llevado a pensar en la forma en que yo respondo a las realidades de nuestro mundo. Cuando veo algo, ¿estoy preparado para hacer algo? La cuestión comienza con la toma de conciencia y conduce a la acción. Varios ámbitos de mi vida podrían beneficiarse de esta filosofía.

Una primera podría ser la de recordar a las personas en mi oración. ¿Es posible que pase un día en el que no vea una persona o una situación que clame por un impulso del Espíritu de Dios? La gente me pide regularmente que rece por ellos o por alguien a quien quieren. Quiero que la gente crea que escucho su petición y que responderé a ella en mi oración. Tal vez tendría que comunicarles que me he acordado de su petición y que la he llevado ante el Señor.

Una segunda podría ser la disposición a acompañar a alguien que se encuentra solo en una situación difícil. A lo largo de los últimos años, me he dicho regularmente que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo surge de la soledad que experimentan las personas. No tienen a nadie a quien contar su historia y que les escuche con simpatía. A menudo la gente no busca soluciones, sino simplemente un compañero para un rato. Las necesidades evidentes de estas personas pueden reconocerse en un montón de situaciones. Tal vez, si mantengo los ojos abiertos, pueda responder y ser ese otro que se busca tan desesperadamente.

Por último, me llama la atención la llamada a compartir mis recursos. Casi cualquier viaje fuera de mi casa me pone en contacto con personas que tienen necesidades, personas que a menudo piden una respuesta caritativa. Por desgracia, puede ser demasiado fácil ignorar esta carencia personal y seguir adelante. A veces ni siquiera reconozco la llamada a la generosidad. Tal vez debería abrir mejor los ojos. Tal vez debería llevar algo de dinero que pueda planear para distribuir a una persona que implora mi atención, una persona que busca mi compasión.

Cuando aceptamos la frase «Si observas algo, actúa» como guía de san Vicente, debemos pensar en las formas en que podemos aplicarla en nuestras vidas y en nuestro mundo. No nos faltarán oportunidades.