“No se atrevía ni a alzar los ojos al cielo”
Sir 35, 15-17. 20-22; Sal 33; Rom 10, 9-18; Lc 18, 9-14.
¿Alguna vez hemos presumido nuestros actos de bondad?, ¿nos ha interesado más que se vea lo que hicimos, por encima del valor de lo realizado?
Jesús es claro: quien proceda con arrogancia, vanidad o egolatría, no recibe la justificación divina; sólo la alcanzará quien, reconociendo sus limitaciones, se acerque a Dios.
La expresión de “no atreverse a levantar los ojos” nos refiere que la mirada estaba enfocada hacia el suelo, es decir, en una actitud de humildad. La etimología latina de humilde proviene de “humilis”, que a su vez deriva de “humus”, que significa “tierra”. Así pues, una persona humilde es quien no se enaltece ni busca la alabanza, sino simplemente se mueve cerca de la tierra, de su realidad, sin ninguna presunción por lo que es ni por lo que hace.
Hoy es el Domingo Mundial de las Misiones, oremos por cada uno de los misioneros y misioneras, de manera muy especial, en la Familia Vicentina, oremos por los Misioneros Vicentinos y por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
Hoy y cada día… seamos humildes, tanto en la oración como en la misión que Dios nos ha encomendado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
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