Gritos de los pobres por la justicia

por | Oct 13, 2022 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el auxilio que viene de lo alto.  Él es a la vez la oración sin cejar por los pobres y la respuesta salvadora a sus gritos.

Cuenta Jesús a sus discípulos la parábola de la viuda y el juez.  Quiere el Maestro enseñarles a los suyos cómo tienen que orar al que oye los gritos de los pobres.

Han de orar a Dios de la misma manera que la viuda fastidia al juez al reclamarle justicia.  Es decir, orarán siempre sin desanimarse.

El juez, que no teme a Dios ni se preocupa por los demás, una y otra vez no le hace caso a ella.  Pero una y otra vez también se presenta ella delante de él.  Al fin, se pone ella tan pelmaza que él ya no la aguanta.  Hace, pues, el juez lo que pide la viuda, para que ella le deje en paz de una vez.

Pero tras contar la parábola, Jesús resalta lo que se ha dicho el juez que no tiene escrúpulos.  Es que los discípulos han de aprender dos lecciones más que tienen que ver con la oración.

En primer lugar, han de orar ellos con confianza.  Pues si un juez malo le hace justicia a la viuda, entonces, Dios escuchará los gritos de sus elegidos.  Es que él es muy bueno.   Enseguida les hará justicia a los que le gritan día y noche; no los hará esperar.

En segundo lugar, la oración de los discípulos no pueden sino ser gritos por la justicia.  Los cristianos han de ser fieles a lo que se pide en la oración que su Señor les ha enseñado:  «Venga tu reino».  Y decir:  «Reina Dios» es decir:  «Reina la justicia».  De hecho, dice san Mateo que buscar el reino de Dios es a la vez buscar su justicia.

Gritos de Jesús por la justicia

Jesús les dice, sí, a los discípulos que reclamen justicia a Dios siempre, sin cejar, con confianza, a gritos también.  Y su Maestro hace lo que quiere que hagan ellos.  Es decir, practica él lo que predica; no se contenta con hablar, sino que hace (SV.ES IX:381).

Así que Jesús ora.  «Está siempre en oración en la presencia del Padre».  Los textos de san Lucas, en particular, demuestran que es cierto ese dicho sobre la oración de Jesús.

Y se lee también que a gritos ora Jesús:  «Dios mío, Dios mío, ¿por que me has abandonado?» (Mt 27, 46; Mc 15, 34); «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!».  De verdad, Jesús ora a Dios a gritos y con lágrimas.

Pero esa oración a gritos y con lágrimas no quiere decir resignación frente a las injusticias.  Cual la viuda, más bien, reclama él la justicia; su muerte es un grito contra las injusticias.  Él es, por su muerte, el auxilio que viene de lo alto.  Y la oración del que entrega su cuerpo y derrama su sangre no cambia a Dios, sino a nosotros (véase Peregrinación a la frontera; Freund).

Señor Jesús, haz que te escuchemos y aprendamos de ti.  Pues eres tú la Palabra que nos enseña a orar  sin cesar, sin cejar, a gritos y con lágrimas.  Y concédenos proclamarte, insistiendo a tiempo y a destiempo.  Ayudaremos así a que se conserve la fe en la tierra.  Y a que los creyentes puedan mantener en alto las manos alzadas en oración.

16 Octubre 2022
29º Domingo de T.O. (C)
Éx 17, 9-13; 2 Tim 3, 14 – 4, 2; Lc 18, 1-8

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