El adulto 4.0, ebrio de sí mismo y caracterizado por el mito de la eterna juventud, es consumista, egoísta, autorreferencial y voraz en el consumo de los recursos disponibles.
El libro más reciente de Armando Matteo, «Converter Peter Pan – el destino de la fe en la sociedad de la eterna juventud», traducido al portugués por Ediciones Paulinas y prologado por Monseñor José Cordeiro, Arzobispo de Braga, nos presenta el diagnóstico del adulto de hoy a partir de la figura de Peter Pan, el niño que se niega a crecer. El cambio de época que estamos viviendo, del que habla el papa Francisco, trae consigo una nueva sensibilidad de vida y de pensamiento completamente diferente al pasado, fruto de un aparato tecnocientífico y de nuevos horizontes de sentido heredados de Nietzsche, Marx, Darwin e incluso Freud, que implementaron nuevas instancias de lo humano, plenamente impregnadas en el ciudadano occidental. El adulto 4.0, presentado por Armando Matteo, se encuentra «sin nada por encima de sí mismo», caracterizado por la libertad y la singularidad, sin trascendencias, verdades, límites, moral y política.
El cambio de época que estamos viviendo coincide con el cambio climático y medioambiental sobre el que nos llama la atención el grito de la Tierra. El adulto 4.0, ebrio de sí mismo y caracterizado por el mito de la eterna juventud, es consumista, egoísta, autorreferencial y voraz en su consumo de recursos disponibles. El mercado y el comercio alimentan este paradigma ofreciendo un consumo inmediato y desenfrenado. El resultado de este horizonte de sentido está a la vista: una sobrecarga en el planeta Tierra, que a partir del 28 de julio pasará a vivir a crédito medioambiental. A partir de esa fecha, estamos consumiendo recursos que sólo deberían utilizarse a partir del 1 de enero. El escenario se vuelve aún más oscuro cuando hablamos de los países occidentales, marcados por un consumismo desenfrenado. Como ejemplo, el Día de la Sobrecarga de la Tierra en Portugal fue el 7 de mayo.
La encíclica Laudato Si’ (LS) del papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común, ya advertía sobre las consecuencias de la actual situación mundial que favorece formas de egoísmo colectivo. «En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas sólo serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades» (LS 204). Ante este escenario, el papa Francisco presenta como camino la educación para la alianza entre la humanidad y el medio ambiente, como un reto educativo que va más allá de una mera «ciudadanía ecológica» basada en la información, sin madurar los hábitos. El reto es partir de motivaciones adecuadas para una transformación personal en los distintos ámbitos educativos, como la escuela, la familia, las comunidades, los medios de comunicación, las religiones, las universidades y las instituciones. Urge, pues, una educación integral que nos ponga en contacto con la esencia del ser humano y eduque para la fraternidad, el bien común y la justicia intergeneracional, categorías esenciales en la fundamentación de una ética social que promueva una ecología integral. La llamada a la solidaridad y la opción preferencial por los pobres implican la búsqueda del bien de todas las personas, no sólo individualmente, sino también en la dimensión fraterna y social que las une, sin descuidar las generaciones futuras. «Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar sólo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual. No estamos hablando de una actitud opcional, sino de una cuestión básica de justicia, ya que la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán» (LS 159).
Este desafío educativo se convierte en una emergencia educativa en la medida en que hay que liberar a los adultos del mito de la eterna juventud y dar cabida a lo que Armando Matteo llamó el hombre manso. La mansedumbre es expresión de madurez y es capaz de «convertir toda esa potencia de la vida, esa libertad, ese sentimiento de disponibilidad de la propia existencia y sobre la propia existencia» en una disponibilidad fraterna que promueva un futuro mejor y digno para todos, que permita a la humanidad volver a su vocación primordial, la de hacerse cargo de los problemas, dificultades y sufrimientos de los demás.
Ricardo Cunha
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
El poder, placer y riqueza constituyen la trinidad idolatrada de este tiempo. El individuo es en la medida que domina, conquista y somete a los demás. Sus necesidades y deseos se convierten en derechos sin deberes ni responsabilidades. Así se genera una sociedad de tiranos violentos y destructivos que rompen vínculos, destruyen la naturaleza e imponen una dinámica de auto extinción, en la que predomina la ley del más fuerte sobre la fuerza del Derecho, la justicia y, primordialmente, el amor.