“El Cristo de Dios”
Ecli 3, 1-11; Sal 143; Lc 9, 18-22.
Por la fe vivimos, existimos y somos. La fe es la única fuerza capaz de vencer la incertidumbre del porvenir:
–¿Qué pasará con nuestra familia, con este proyecto, con nuestro pueblo?
–No sé, pero espero que pasen cosas buenas.
La fe consiste en mantener firme la posibilidad de que todo tiene sentido más allá del sufrimiento; la fe nos salva de hundirnos en el abismo de la incertidumbre y del fracaso.
La fe pone su seguridad en una única posibilidad y eso hace de la fe un salto al vacío, un riesgo donde la plena inseguridad humana se transforma en la plena seguridad de lo divino.
Eso mismo es lo que hacen los apóstoles al profesar su fe en Cristo:
–“No sabemos quién eres, pero representas a Dios que está con y para nosotros y eso nos basta.”
Al creer en aquello que incluso parece absurdo o imposible, la fe resulta el gran remedio contra la angustia, pues con esa ilimitada confianza en Dios nada hay que pueda angustiar al creyente y menos hundirle en el abismo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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