“El que es fiel en lo insignificante…”
Am 8, 4-7; Sal 112; 1Tim 2, 1-8; Lc 16 1-13.
En tiempos de Jesús, los mayordomos o administradores no tenían sueldo y solían incrementar la deuda de los clientes para cobrarse, de esa manera, sus servicios. No era algo reprobable, sino una práctica ordinaria, como quien cobra comisión por su trabajo. Entonces, ¿en qué sentido fue infiel el administrador que aparece en el evangelio? Su error fue malversar los fondos de la finca malbaratándola.
¿Cuánto debían esos hombres? Unos 3’700 litros de aceite y otros tantos de trigo; muchísimo, el equivalente a 3 años de trabajo.
Para revertir su injusticia, el administrador renuncia a la comisión que le corresponde naturalmente (1’850 litros de aceite y 740 de trigo) anulando el monto del interés que había ya incluido en los recibos. No está perdonando la deuda a nadie (eso significaría malbaratar más la finca) sino que está renunciando al beneficio que le es natural. El mayordomo se pudo haber quedado con su parte a costa de los deudores, pero prefirió reducirles la deuda para hacerse de amigos y crearse la fama de ser generoso y abnegado.
Hay que saber cuándo renunciar a lo que es justo para obtener un beneficio mayor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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