“Le acompañaban algunas mujeres”
1 Cor 15, 12-20; Sal 16; Lc 8, 1-3.
Magdalena y las otras mujeres que siguen a Jesús no tienen miedo a amar. Son intrépidas y profundamente entregadas.
“El amor une, el pecado distancia y el amor penitente participa de ambos. Magdalena corre hacia Jesús: eso es amor. Magdalena no se atreve a acercarse a Jesús: eso es pecado. Entra a la tumba decidida: eso es amor; se acerca temerosa y confundida: eso es pecado. Perfuma los pies de Jesús: eso es amor; los moja con sus lágrimas: eso es pecado. Esparce y prodiga sus cabellos: eso es amor; enjuga con ellos los pies de Jesús: eso es pecado. Es ávida e insaciable: eso es amor; no se atreve a pedir nada: eso es pecado. Pero Magdalena llora, suspira, mira, se calla: es a la vez el amor y el pecado. ¡Qué amable es el amor penitente en sus sumisas insolencias, en sus libertades reprimidas, en sus licencias temblorosas! Y otra vez, ¡qué amable es, porque ama, porque honra, porque practica la justicia y la renuncia a los derechos que le pertenecen por el nombre y la calidad del amor, para que, con sentimientos de penitencia, reine la justicia!”.
Anónimo: El amor de Magdalena.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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